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“La dictadura militar tuvo cómplices locales que marcaban a la gente e informaban de las actividades a la Policía y al gobierno del momento”.
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Julio Zaballa se mostró satisfecho “porque por fin, se está escuchando lo que tantas veces he dicho, porque en el país se está recuperando al memoria de una época pasada en forma reciente, que nunca más debe volver”.
Recordó su pasado como sindicalista, luchador entre otras cosas por un salario digno para los trabajadores, en tiempos en los cuales “habíamos logrado obtener el 50 por ciento del Producto Bruto Interno, lo que era una cifra muy importante, que se le había sacado a los sectores de poder de ese momento, los más ricos, por eso no me cabe duda que quienes se vieron afectados en sus ganancias fueron quienes marcaron en cada lugar a los que llevábamos adelante la bandera de la clase trabajadora”.
Explicó que “yo estaba vigilado, y también toda mi familia. Sabían cada uno de nuestros movimientos, de nuestros contactos, amigos, gente conocida, los lugares a los que íbamos y con quienes nos reuníamos. Esto formó parte de un expediente, que algunas veces pedí, y que nunca pude recuperar, porque no sé por qué cuestión mi expediente se perdió en Buenos Aires. Era costumbre que nos golpearan la puerta en la madrugada, con la culata de sus fusiles para preguntarnos por tal o cual cosa que habíamos hecho y para sembrarnos miedo”.
Recordó que estuvo preso por unos días, en el año 1977 junto con Luongo, ambos del Sindicato de Luz y Fuerza, “por llevar adelante una huelga en la que reclamábamos por un mejor salario. En ese momento, tuvimos una amenaza de muerte, de parte de un policía que apuntándome con un arma en la espalda dijo que tenía una fosa preparada en la plaza Mitre, para mí. Yo en ese momento respondí que quien iba a decidir sobre mi vida era Dios. Siempre tuve ese convencimiento, por eso nunca me callé, ni en los momentos más difíciles. Hay muchas historias particulares, que siguen ignoradas por la mayoría de la gente, y por otros que callan porque todavía tienen miedo”.
Zaballa agrego que “Yo he sido a lo largo de los años, y siempre como una mujer fea, a quien nadie quiere pero todos respetan. Con los años he demostrado mi honestidad, y mis convicciones, y sigo creyendo que la democracia hay que construirla con participación de toda la gente, para que quienes lleguen sean honestos y estén al servicio del pueblo”.