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Antonia Pin, querida y recordada docente de la Escuela Parroquial Santa María.
“Mi último amor en la escuela, los alumnos del tercer ciclo, me aceptan como amiga en el Facebook y eso me da mucha alegría”.
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Que ha dejado una huella imborrable en sus alumnos lo indica el hecho de que cada vez que visita este establecimiento, que la conoció como docente, Vicedirectora y Directora luego en los últimos 19 años de su carrera profesional, los niños la saludan y la abrazan, producto de lo que le han transmitido sus padres.
Y quienes fueron “mi último amor en la escuela, los alumnos del tercer ciclo, me aceptan como amiga en el Facebook y eso me da mucha alegría, porque no es común que esto pase con una docente y Directora, quiere decir que debo haber cumplido una buena tarea. Son los mismos chicos que hacen de mozo en cada cena que la escuela organiza y que cuando me ven se detienen a contarme como les va”.
Antonia no ha cambiado en los últimos años, desde que colgó el guardapolvo para siempre, cuando se jubiló hace casi 6 años atrás.
Pero los ojos se le llenan de emoción cuando habla de su Escuela Parroquial, cuando recuerda las enseñanzas de la Hermana Joela y cuando suma anécdotas en sus más de 40 años de carrera docente.
Antonia Pin fue firme en sus convicciones, sabía que para despertar el entusiasmo de sus docentes debía primero estar entusiasmada ella, por más que no se estuviera de acuerdo con las reformas que se imponían.
Es que era bien conciente que cualquiera fueran las disposiciones del nivel central, el destino final de toda tarea organizativa para la educación eran los alumnos, por lo que era necesario hacer todos los esfuerzos para que los chicos salieran bien educados, con conocimientos plenos y con los valores que les debía y les debe inculcar la escuela, cualquiera sean los tiempos sociopolíticos que se viven.
Una docente querida, recordada y que dejó una impronta imborrable en la Escuela Parroquial Santa María.