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Esto es lo que queda como resumen de una jornada como la de ayer, que resultó rara y de sentimientos encontrados en todo momento.
Desde hacía unos días subyacían en la ciudad los comentarios del grave estado de una jovencita de 14 años a quien se le había detectado repentinamente un tumor cerebral.
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Había ingresado como paciente al Hospital Municipal el domingo, luego de una convulsión, entrando inmediatamente en un estado de coma, que después se profundizó hacia un coma irreversible.
Y en las últimas horas de la tarde del día martes, noche de esa misma jornada, ya se sabía que sus padres habían pedido el contacto con el CUCAIBA para donar los órganos, respetando la decisión que su hija había tomado hacia mucho, antes de que pasara de ser, en pocos días, una joven visiblemente sana a una persona gravemente enferma.
El equipo médico del CUCAIBA, integrado por un coordinador, un médico intensivista, un neurólogo, un técnico, una enfermera, una instrumentadora, todos ellos de la ciudad de La Plata, más un médico cirujano proveniente de Bahía Blanca, llegaron alrededor de las 3 de la madrugada del día miércoles, se reunieron con los padres de la joven y comenzaron a hacer los exámenes para determinar si el cuadro era, efectivamente, irreversible.
Todas las pruebas que se hicieron dieron negativas de signos vitales, por lo que se comenzaron a seguir los protocolos que están preestablecidos para confirmar definitivamente la muerte cerebral.
Aproximadamente a las 7:30 horas comenzaron a hacer, en los quirófanos del Hospital Municipal, la ablación de riñones, córneas y válvulas cardíacas. El proceso demandó algo más de tres horas.
Para las 10:30 horas, en la Aeroestación de Coronel Suárez, aguardaba un avión de la Gobernación para completar el operativo, llevando los órganos y el equipo médico a la ciudad de La Plata para ser transplantados.
El coordinador del equipo que llegó a Coronel Suárez, Gustavo Pérez, había dicho en horas de la mañana que, mientras aquí se producía la ablación, en La Plata otro equipo del CUCAIBA trabajaba estableciendo el destino de los órganos para ser transplantados y completar así “antes de que termine este día” el circuito de la donación.
Minutos antes de las 11 de la mañana llegó la combi que trasladaba desde el Hospital los contenedores con los órganos y al equipo médico a la aeroestación y a los pocos minutos había levantado vuelo con destino a la ciudad de La Plata.
El coordinador del CUCAIBA que llegó a Coronel Suárez, al hablar con la Radio, destacó la decisión de los padres, que resolvieron cumplir lo que era la voluntad de su hija.
“La mamá nos habló de la solidaridad de la niña, quien hacía tiempo les había manifestado su voluntad de ser donante y había convencido a toda su familia para que también lo sea. De manera que nadie se acercó a hablar con los padres de esta tema, fueron ellos mismos quienes tomaron la decisión de hacerlo y pidieron que se hiciera el contacto con nuestro organismo”.
En los pasillos del Hospital, ayer por la mañana se respiraba el dolor de la pérdida de una vida joven. Lo manifestaban no solamente las enfermeras del área de Terapia Intensiva que habían atendido a la niña y contenido a sus familiares, sino que también era perceptible en todo el personal que cumplía sus tareas con un evidente velo de tristeza.
No hay dudas de que esta joven, Marianela Figueroa Becher, dio una lección de vida para todos los que son escépticos, tienen dudas, son remisos, desconfían y les parece que nunca les va a pasar.
Y sus padres, sin querer, aún en el medio del dolor, nos dieron a todos una enseñanza de respeto, al cumplir lo que era un deseo de su querida hija.