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La historia del pescador que pasó alrededor de diez horas arriba de un árbol soportando la crecida, y no obstante, como buen amante de la actividad, nunca abandonó la caña de pescar, no podrá pasar desapercibida.
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Se trata de Aladino Sáez, conocido en Santa María, donde vive desde hace 23 años con su esposa Ignacia Ibarra (formoseña) y toda su familia, como “El Chileno”.
Se habían dirigido el jueves por la tarde con su yerno y otros dos amigos a pescar al Balneario de Pueblo Santa María, en busca de los mejores peces, sobre todo bagres, cuya presencia se multiplica en los arroyos cuando crecen.
Un productor que los vio entusiasmados pescando les advirtió que venía una crecida. Ellos cuentan que ni escucharon esta recomendación surgida de un buen paisano.
Y la crecida llegó de pronto, inesperada, más grande de lo que suponían y no les dio tiempo más que para abandonar el lugar a tres de ellos.
Aladino Sáez, quien se había alejado del resto persiguiendo una liebre pequeña (la que imaginó que era buena presa para su perro) quedó de pronto en el medio del agua, frente a un sauce que se erguía como su única posibilidad de salvación.
La tomó sin dudar y subió, muy alto, tan alto como podía, hasta que se sintió a salvo.
Pasó las horas de la noche sin dormir haciéndole frente al frío y, según relató después, riéndose de la situación en la que estaba.
A la mañana siguiente, con las primeras luces del día y ayudándose con la caña de pescar para comprobar la profundidad del lugar en el que estaba, se animó a bajar del árbol y caminar muchos metros con el agua hasta el pecho, buscando una zona alta.
Llegó a Bathurst, le pidió el teléfono a un paisano que pasaba por el lugar, el que le dijo “me parece que usted es el que andan buscando desesperados desde anoche”.
Eran alrededor de las 7:30 horas cuando llamó a su familia para decirle que se encontraba bien y a salvo.
¿Qué había pasado mientras el principal protagonista de esta historia vivía esta particular aventura? Alrededor de las 19 horas, en el cuartel de Bomberos Voluntarios de Coronel Suárez había sonado la alarma advirtiendo de la desaparición de un pescador de un total de cuatro que estaban en el Balneario de Santa María. Entonces, los servidores públicos empezaron un rastrillaje que duró varias horas, incluyó recorrida por sectores anegados y circulación en canoa por algunas áreas del arroyo.
En la mañana de ayer viernes, bien temprano, al despuntar el día, retomaron la búsqueda del hombre que estaba desaparecido; los Bomberos terminaron con la ropa empapada y las botas llenas de agua. Habían gritado el nombre de Aladino sin obtener respuesta a lo largo de varias horas. En esa tarea de búsqueda estaban cuando les llegó la buena nueva de que el hombre estaba a salvo.
Y en todo este tránsito, la familia se angustió mucho y también llevaron adelante alguna búsqueda por su parte, tratando de dar con “El chileno”.
El hombre y su familia se encontraban felices ayer por la mañana en su domicilio de Pueblo Santa María.
Aladino Saéz no dejaba de repetir que no había tenido miedo y que muchas veces se había reído de la situación en la que se vio envuelto, pensando, entre otras cosas, que con todo ese agua no se iba a morir de sed, imaginando que podía ser el vino tinto que le gusta a veces tomar en las comidas, calculando que si debía permanecer allí varios días las hojas del sauce podían tener un gusto “aceptable”.
Le asombró lo alto que había trepado en el árbol, cosa que pudo comprobar cuando a la mañana empezó a bajar del lugar. Reconoce que lo vivido va a servir para el anecdotario familiar y para muchas cargadas de los amigos y conocidos.
Haya tenido más o menos miedo, queda claro que lo sucedido no se borrará de la memoria de este pescador apasionado que regala a los conocidos todo lo que pesca.
Y para muchos, no hay duda que este hombre debe haber frotado una lámpara imaginaria, pidiendo al genio o a Dios que le diera oportunidad de vivir para contarlo.