Imprimir Página | Volver a página de inicio

Historia de una inmigrante en el centenario del nacimiento de Carmencita Marcos.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
En mi familia, como en casi todas, nuestros ancestros vinieron de Europa.
Para realizar este trabajo, me dijeron que lo hiciera sobre mi bisabuela materna, oriunda de Galicia, España.
Nació en Santiago de Compostela, Galicia y fue bautizada como María Mercedes Carmen Fernández Costa. Allí vivió junto a sus padres y cuatro hermanos, muy cerca de la Catedral de Santiago donde concurren tantos peregrinos, por los famosos “caminos de Santiago”. Poco tiempo después falleció su padre y a pedido de unos tíos paternos, que no tenían hijos, la mamá la mandó acompañada de su hermano mayor a Coronel Pringles, Argentina.
Por esa época, sus tíos tenían un negocio y campo, por lo que pensaron ayudar a su cuñada viuda en la crianza de la pequeña Carmencita. El viaje lo hicieron y ella, niña al fin, siempre recordaría los peces voladores como salían del agua.
El desarraigo fue terrible, el cambio tremendo, pero siendo tan chica no le quedó otro camino que tragar su llanto y comenzar su nueva vida. Estudió en un colegio de Pringles y también estudió piano con una profesora particular a la que siempre recordó con mucho cariño, ya que era la que oía sus penas. Siguió la carrera de concertista de piano, sacando medalla de oro en su examen final, en el Conservatorio de Alberto Williams, en Buenos Aires.
Pero, las épocas cambiaron y sus tíos se fundieron. Ella entonces tuvo que ayudarlos con lo poco que ganaba.
Conoció a un comerciante de Coronel Suárez, Manuel Marcos (uruguayo), radicado con su familia hacía años y se casó con el.
Este es el comienzo del tronco de la familia Marcos-Fernández argentina. Ilumina el hogar la llegada: primero de su hijo Alberto, dos años después nace Roberto y diez años más tarde Juan Carlos.
El tiempo sigue transcurriendo; ella dando clases de piano y el marido en el negocio del padre, la librería y bazar Casa Marcos.
Comienza a dar clases de canto en el que más tarde sería el Colegio Nacional. Como premio al esfuerzo y calidad de enseñanza, todas las maestras fueron nombradas profesoras por gestiones de un diputado de Pigüé. Dedicó toda su vida a dar clases de música en dicho Colegio y algunas escuelas primarias, nº 7 y nº 1 entre otras. También colaboró formando y dirigiendo coros.
Como madre fue muy celosa en el cuidado de sus hijos, quizás marcada por haber dejado su familia tan pequeña. Volvió a España pasados cincuenta años. Siempre contó que quería recorrer sola esa tan querida y añorada Santiago, sin compañía de nadie, para ver si sus recuerdos y sueños eran exactos a la realidad. Volvió muy contenta ya que se encontró con sus hermanos, sobrinos, en fin, una gran familia de sangre. Aquí la aguardaba la familia que ella formó, por lo que no le produjo pena el retorno.
La resignación con que vinieron nuestros inmigrantes es digna de destacar y recordar permanentemente. No nacieron acá, pero dieron todo para hacer de estas tierras el hogar para ellos y sus hijos.
En el caso particular de mi bisabuela, me cuentan que nunca se quejó de su destino, ya que lo que ella con tanto empeño sembró y adoraba, esa hermosa familia estaba acá, y la había formado con el compañero de su vida. Su gran y querida familia, a la que solo dejó cuando luego de una cruel enfermedad, Dios la llevó a su lado.
Pero su siembra quedó y siguió dando frutos en hijos, nietos y bisnietos.
Esta es una simple y corta historia de una pequeña inmigrante, que como otros muchos hicieron con lágrimas y trabajo esta que hoy es nuestra Patria.
Florencia Mayo.