Columna “La ciudad… y la sociedad”.
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Informados e incomunicados.
Por Florencia Gaitán.
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Estamos en la era de la comunicación, de la información al instante.
Podemos saber que esta sucediendo en la otra punta del planeta en el mismo momento en que están pasando los acontecimientos. Estamos en permanente contacto con nuestros familiares o amigos a través de las redes sociales.
Y sin embargo estamos cada vez más lejos de la vida en sociedad.
Comunicarnos y hablar a través de una pantalla hace que se pierda la magia del contacto con los demás, la espontaneidad que nos da el dialogo cara a cara.
Quienes hemos crecido con una computadora, sabemos muy bien que ¡por chat somos todos vivos! Nos animamos a hacer o decir cosas que de otra manera no haríamos ni diríamos, le mostramos a todo el mundo qué nos gusta, que música escuchamos, que libros o revistas leemos, quienes son nuestros amigos, nuestros padres. Y no unirse a estas redes sociales muchas veces implica quedar afuera del mundo moderno.
Son muy pocos los adolescentes y adultos que se rehúsan a abrir su cuenta de MSN, Facebook o Twitter.
A veces, con un mensaje de texto o un mail es suficiente para saber en que anda la vida de alguien.
Póngase a pensar… ya no existe pasar por la casa de alguien para ver si está y tomarse unos mates. Es más cómodo e implica menos tiempo sentarse frente a la computadora o agarrar el celular.
Si bien esto tiene aspectos positivos, como lo es por ejemplo para aquellos que tienen un hijo, hermano, sobrino o padre fuera del país, también es cierto que al estar todo el día al tanto de que hacen todos los demás estamos cada vez mas incomunicados, porque el contacto que antes lo teníamos mesa de por medio ahora es posible gracias a un teclado, un monitor y conexión a Internet, desde la comodidad de su hogar.
Y lo peor de todo es que creo que hasta ya se convirtió en adicción.
Una vez al día, por lo menos, chequeo mis mails y mi Facebook, por si alguien me dejó un mensaje. Lo mas lógico sería pensar que si alguien tiene algo importante que decirme ya se hubiera comunicado conmigo de otra manera más inmediata.
Pero ya es una costumbre, parte de la rutina diaria, casi un acto reflejo.
Por otro lado, cuando estoy sentada en la computadora “comunicándome” con amigos, dejo de lado a mi familia y me tomo ese momento para mí.
Muchos momentos libres que podría invertir para charlar con mis padres o hermanos los agoto mirando fotos en Facebook o dejando mensajes que nada tienen de urgentes o interesantes.
Y estoy segura de que a usted o a su hijo le pasa lo mismo que a mí…
Y es que ante la necesidad de estar en contacto permanente con el mundo cibernético nos alejamos del mundo real.

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