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Viviendo una historia de amor con Marcelo y aprendiendo que, aunque duela, la vida siempre se dirige hacia delante.
Preparando “Los Pueblos Alemanes y su gente” para el sábado a las 9:00 horas en la programación de La Nueva Radio Suárez.
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Elvira Fuhr tiene 69 años y desde adolescente la vida la probó junto a sus padres y hermanos.
Hoy día, transcurridos los años, recuerda más de una vez haber visto a su padre derramando lágrimas mientras escuchaba por onda corta transmisiones radiales del extranjero que, con música alemana, le traían recuerdos de su país natal, el que había dejado a los 8 años cuando solito, como muchos chicos y mujeres de la época, escapando de la guerra. Sus seres queridos los subían a los barcos con la esperanza de que pudieran vivir.
Su padre, Federico Tempel, trabajó desde pequeño en huertas de Villa Crespo, en Entre Ríos, hasta que buscando mejores rumbos llegó a Coronel Suárez y aprendió el oficio de constructor, de la mano de Juan Latanzzi.
Conoció a Elena Schneider y de jóvenes se casaron. Tuvieron 6 hijos, la menor es Elvira, quien tenía 13 años cuando el accidente entre el tren y el colectivo de Huanguelén, a la altura de la Estación Primavera, cegó la vida de 24 personas, entre ellas la de su madre y su tía.
Entonces hubo que dejar las muñecas y ocuparse de la casa, de hacer la comida, de la limpieza, de aprender a coser y arreglar la ropa. Todo de pronto, sin tiempo para prepararse, ensayando, cometiendo errores y aprendiendo de ellos.
Conoció a Marcelo Fuhr en un baile de Kerb de Pueblo Santa María, un joven de ojos verdosos que le envió, con uno de los mozos, una caja de bombones.
Así empezaron a salir, estuvieron de novios cuatro años, se casaron y tuvieron dos hijos.
Cuando los hijos se casaron, Elvira les pidió a sus nueras que no le quitaran a los seres a los que había dado vida y que eran su razón de vivir.
Lejos de ello, ganó dos hijas. Hace poco más de un año la vida volvió a probarlos a ambos: falleció uno de sus hijos, Dany, el mayor.
Por supuesto que hubo mucho llanto, hasta que un día se prometió no llorar más frente a sus nietos, de quienes ha aprendido que la vida siempre va hacia adelante, por más que haya sucesos que duelan mucho y heridas que no se cierran.
Todas estas vivencias las comparte con Marcelo desde hace 51 años, “y con el mismo amor de cuando nos casamos”, dice Elvira, agrandando sus ojos celestes para demostrar que eso es lo que siente.