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¡Apague ese cigarrillo!
Por Florencia Gaitán.
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Soy fumadora, así es. Podríamos decir que soy mas una fumadora de fin de semana que otra cosa.
Aun vivía en Bahía Blanca cuando, en esa ciudad, se implementó la ley que prohíbe fumar en espacios públicos cerrados.
Como era de suponerse, los debates que se desarrollaron a posteriori no fueron pocos.
Los fumadores se quejaban por no poder disfrutar, de ahora en más, del cigarrillo después de un almuerzo o cena en un restaurante y qué decir del que solía acompañar la cerveza en el bar o el boliche.
Fue complicado acostumbrarse a tener que salir afuera para disfrutar de ese vicio personal, aunque fácil de comprender que para el no fumador el humo y su respectivo olor son mas que molestos.
Con el tiempo me fui acostumbrando, como todos supongo, aunque todavía me podía dar el “lujo” de charlar con amigas en un bar mientras fumaba acá en Suárez.
Pero un ¿buen? día, la ley llegó a nuestra ciudad.
Pensé que, como siempre, la ordenanza se respetaría por un par de meses y después todo el mundo la dejaría de lado, eso acá ya se sabe antes de que entre en vigencia.
Lo sorpresivo fue que, si bien al principio nunca faltaba el que se prendía un cigarrillo en pleno boliche, con el tiempo todos dejaron de fumar adentro, el olor a humo fue desapareciendo y hasta me asombraba oler mi ropa al llegar a casa…
Aunque la ley se respetó bastante durante muchos meses, hoy la cosa cambió un poco.
Parece que hay gente que se olvida de que todavía está en vigencia la ordenanza que PROHÍBE FUMAR EN ESPACIOS PÚBLICOS CERRADOS y, mientras muchos tiritamos de frío en la puerta de los bares o el patio de los boliches, otros se rehúsan a seguir acatándose a las ordenes.
Hace varios meses que veo gente en plena pista bailando con un cigarrillo en la mano o fumando adentro del baño del pub y por supuesto si intentas hacerle entender que eso esta prohibido, te ignoran.
¿Por qué a los suarenses nos cuesta tanto adaptarnos a las reglas? O mejor dicho, ¿Por que nos dura tan poco el respeto? A veces siento que vivimos en un mundo aparte, un mundo en el que vale todo y nadie exige nada.
Creo que es necesario que todos digamos “¡Vamos señorito, atienda señorita! No sean groseros y desconsiderados. ¡Apaguen esos cigarrillos que nos estamos ahogando!”.