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Por Javier Etcheberry.
“El poder de los argentinos”.
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Camino, voy, vengo; dejo de caminar. Miro para los costados y no encuentro más que desilusión, amargura, odio.
Criticamos a los gobernantes, a los dirigentes sindicalistas, a los obispos, a los ricos, a los chicos que limpian vidrios, al apurado, al lento, al burgués, al anarquista.
No vemos que son simplemente lo que somos separándose del espejo unos metros más. Son el fiel reflejo de una sociedad desgastada por nosotros mismos; no son más que eso, no nos damos cuenta que somos el gobernante, el sindicalista, el rico, el chico que limpia vidrios y además no sabemos admitir los errores y subsistimos criticando a los demás.
Pero sí somos expertos en regalar responsabilidades; en criticar lo que nosotros mismos formamos.
Sigo caminando cansado y me detengo a descansar (en el mismo momento otro ser de mi misma especie se detiene a conversar, mejor dicho, a criticar), creyendo ser cómplice de un odio general y de una disconformidad comunitaria en el resto de las personas. ¡Pero no!
El tema central de su descontento con la vida no era menos que el Gobierno.
Maldito Gobierno que mientras se rompía el lomo trabajando 11 horas por día para poder alcanzar un estándar de vida apropiado, los otros se robaban todas las ganancias para concretar sus sueños, haciendo uso y abuso del poder con su propio comedido.
Acto seguido urgente desesperado terminó su última esperanza de alfajor y retirándose dejó caer el papel al suelo, para luego dirigirse hacia el trabajo nuevamente, este último acto tan irrelevante dio para pensar en mis análisis diarios de ¿por qué? Estaban tan mal las cosas y si la culpa realmente eran los gobernantes que en el vuelo no gobiernan.
¿Cómo puede ser que no entendamos su manejo abusivo del poder?, ¿cómo no entender su forma de ser dominado por el mismo cuando a nosotros mismos nos supera? .
No se puede criticar el mal manejo de los gobernantes cuando no podemos manejar el poder nosotros mismos, cuando adquirimos un auto de poder y no lo podemos dominar, uno se siente poderoso dominando las carreteras casi sin pensarlo; diremos tal vez las responsabilidades son distintas, pensar por ejemplo manejar a un Estado o simplemente manejar un auto entre tantos más, pero cuántos son los que terminan destruyéndolo contra otro, por el simple hecho de sentir ese poder impotente que se siente en él cuando el velocímetro casi marca los 200 km. por hora, solo por el simple hecho del poder , poder y poder.. demostrar mi forma de gobernar a la sociedad; pero bueno así vamos por el mundo y la culpa es del Presidente sin hacernos cargo, porque es verdad, las responsabilidades son menores al hacernos cargo de nuestro poder, porque la única responsabilidad que teníamos era nuestra familia, amigos u otras familias que inocentemente votaron en confianza de nuestro poder y así terminamos, poder que supera al hombre, árbol que se interpone a una familia y fin de la historia, muchos culpables pero ningún sobreviviente.
Al cabo de dos meses todo sigue igual, gobernantes que se chocan con otros, muchos culpables, ningún sobreviviente.
Sigo caminando y así vamos, la culpa es de los gobernantes, del chico que no puede con su poder, del empresario urgente que no tiene tiempo con el semáforo…y el chico que conocí hace un rato, que luego de 11 horas de trabajo no tiene tiempo para tirar su papel al tacho y así muchos casos más.
Sigo caminando, si, al final la culpa es de los gobernantes.
Javier Etcheverry. Buenos Aires.