¡¡Paremos la moto!!
Por Florencia Gaitán. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - No me gustan los ciclomotores. Siempre que pude evité este medio de trasporte.
Por alguna razón siento pánico al subirme a uno y siento terror por los que veo circular a altas velocidades por entre los autos, como si la calle fuera una pista de moto cross.
Y ni hablar de aquellos que transitan con el casco en el codo o quienes lo usan como si fuera un sombrero. Siento que, mal usada, la moto es una trampa mortal.
En mis años de residencia en Bahía Blanca varias veces utilice este medio porque una de mis compañeras tenía una y, en algunas ocasiones, era inminente el traslado rápido.
Las primeras veces me sujetaba de mi amiga con todas mis fuerzas, sentía que en la primera curva iba a terminar acostada arriba de la vereda.
Con el tiempo me acostumbré un poco y me tomaba el viaje con un poco más de naturalidad.
Por supuesto que sólo me subía con el casco puesto.
Es que en Bahía Blanca los controles con respecto a los motociclistas, a partir del 2008, se intensificaron.
En casi todas las esquinas del centro y macro centro de aquella ciudad se ubicó un Inspector de Tránsito, una de las más de cien personas que integran el Cuerpo Único de Inspectores Municipales (CUIM), creado por el intendente Breitenstein en abril de aquel año y que salieron a la calle pura y exclusivamente para ordenar el caos de tránsito que se agravaba día a día.
Se los veía con megáfonos exigiendo el respeto de las señales de tránsito, detenían a todo aquel que circulara en moto sin casco, secuestrándoles el vehiculo, y también se hicieron controles correspondientes a la tenencia del carnet de conductor.
En cuestión de pocos meses era muy extraño ver a alguien sin el casco reglamentario, sin espejos o sin luces y, por el contrario, era usual ver a dos o tres motos en varias esquinas, detenidas por estos Inspectores.
Si bien en Coronel Suárez hace unos años se había lanzado una campaña que no permitía el expendio de combustible a quienes no llevaran casco, todo quedo en la nada
Y en cuanto a los controles en la calle, evidentemente la gente dispuesta a esos efectos no alcanza.
La situación se complicó con los años. Dado el momento por el que atraviesa el país, la compra de un automóvil es un tanto inalcanzable para muchos, pero en cambio, los planes para la compra de las motocicletas son muy accesibles y en los últimos meses la cantidad de estos vehículos en la ciudad ha aumentado impresionantemente.
El pasado fin de semana me dirigía al Pueblo Santa María cuando crucé a un grupo de personas en moto, muchos de ellos con su cabeza descubierta, haciendo acrobacias a gran velocidad por la ruta que separa a esta comunidad del Pueblo San José.
El tránsito de automóviles, dada la hora y las circunstancias, era muy grande pero circulaban como si la ruta fuera de ellos, como si estuvieran solos.
¡Hay que hacer algo! ¡Urgente!
No podemos permitir que mueran más chicos o que queden con serias lesiones, tanto físicas como neurológicas, por imprudencia.
Entre la vida y la muerte se encuentra un simple movimiento… el de ponerse el casco.
Es hora de que los jóvenes entiendan que no son irrompibles y que las leyes no están para complicar la vida, si no para preservarla.
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