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Como se pide.
Por Juan Pablo Schroh.

Hola, soy un hombre como cualquier otro, hasta puedo ser vos en este momento, un hombre con familia, amigos, compañeros de trabajo o de escuela, católico, judío o de todas las religiones, con perro, casa o auto, con una vida totalmente normal y corriente, un hombre homosexual desde siempre y nada puedo hacer para cambiarlo, e inclusive no quiero hacerlo.
Quien diga que puede es un mentiroso, un iluso o un ignorante.

No me rechaces por ser como soy. Mi homosexualidad no es un deseo de ofender ni de lastimar, es mi orientación sexual natural y constituye un rasgo fundamental de mi personalidad.
Es la manera que tengo de entregar mi afecto y de ejercerla y tengo tanto derecho a mi sexualidad como tú a la tuya.
Si a veces he deseado ser heterosexual o he actuado como si lo fuera, no es porque mi homosexualidad me haga infeliz o me avergüence, sino porque creí que era la única manera de sobrevivir en medio del prejuicio y del odio general.
Me daña gravemente que los demás se sientan con derecho a hacerme objeto de su desprecio, burla y agresiones tan sólo porque soy diferente de ellos. Aunque con el paso del tiempo he llegado a la conclusión de que por más que quiera cambiar a las personas mis esfuerzos han sido en vano.
El asco, desprecio, horror y desconfianza hacia los homosexuales se llama HOMOFOBIA.
Una fobia es un rechazo irracional y, por lo mismo, una perturbación mental.
Ya es tiempo de que sanes de ella.
No soy un bicho raro: soy una persona como cualquier otra y en la medida en que me rechaces, me iré alejando de ti.
Si soy tu familiar o amigo, no me conviertas en un extraño.
Hay homosexuales de todos tipos, edades, razas, nacionalidades y clases: nos encontrarás en el Gobierno, las Fuerzas Armadas, la Iglesia, las instituciones de enseñanza, las empresas públicas y privadas y en todas las profesiones y actividades.
Si todos y todas las homosexuales desapareciéramos del planeta, te sentirías muy mal: desaparecerían muchas de las personas que quieres o admiras y muchos de tus amigos y familiares. Es posible, incluso, que no hubieras nacido: muchos homosexuales han tenido hijos.
Si alguna vez me has dicho que me amas, demuéstramelo: ya era homosexual cuando me lo dijiste y yo te correspondí con mi cariño.
No me entusiasma que me menciones lo mucho que me querrías “si yo fuera diferente”. No tienes ningún derecho a exigirme ser como tú para que me consideres valioso o digno de tu afecto: eso se llama discriminación y es un delito.
No digas necedades como que me preferirías alcohólico, asesino o violador. Si en tu familia deseas asesinos, alcohólicos o violadores, no me consideres pariente tuyo.
Yo aspiro a ser una persona productiva y útil, digna de confianza y de respeto. Tus comparaciones me ofenden y me agreden.
Si quieres que te respete, tú también tendrás que respetarme. El respeto es la capacidad de considerar el valor de los demás y no tiene importancia cuando no es mutuo.
Yo sé que la Iglesia Católica -y muchas otras que se dicen cristianas- condenan las relaciones homosexuales. También condenan las relaciones prematrimoniales, el adulterio, el sexo oral, la masturbación, la literatura erótica y, en general, todo lo relacionado con el sexo.
Igualmente prohíben la ordenación sacerdotal de las mujeres, el uso de condones, el aborto, los anticonceptivos y la evasión de impuestos, entre muchas otras cosas.
En cambio, permiten y aprueban la guerra y la pena de muerte.
Si realmente quieres seguir las enseñanzas de Cristo, no confundas su mensaje con las necedades de aquellos que pretenden hablar en su nombre.
No me pidas ponerme en manos de ignorantes…
Si quieres entender mi homosexualidad, acude tú con un sexólogo.
Hay muchas teorías que tratan de “explicar” el origen de la homosexualidad. Ninguna ha logrado acertar porque los científicos que las formulan parten de la idea de que es una alteración de la conducta, de la biología o la falta de algo. No soy una enfermedad ni un defecto: soy una persona.
¿Tú por qué eres heterosexual? ¿Te lo has preguntado alguna vez?
Antes de usar términos como “aberrante”, “desviado”, “anormal”, “depravado”, “maricón” o “puto” consulta un diccionario. No hagas gala de tu ignorancia. Nadie es “culpable” de que yo sea homosexual.
Yo no “me volví” homosexual porque alguien “me pegara” sus mañas.
Si las preferencias sexuales fueran contagiosas, todos seríamos heterosexuales porque ustedes son mayoría.
Ni tú ni nadie se volverá homosexual por convivir conmigo. No soy homosexual porque aún no haya encontrado a “la persona adecuada” del otro sexo. No me atrae ni me interesa tener relaciones sexuales con personas de sexo diferente al mío, así como a ti no te atrae el tenerlas con alguien de tu mismo sexo.
No tengas temor de preguntarme lo que sea acerca de mi vida sentimental o sexual y, en general, de mis aspiraciones como persona. Por suerte pocas son las cosas de mi vida que tengo para ocultar.
Yo estoy deseando que me conozcas mejor y, comunicándonos, te sorprenderás de lo parecidos que somos.
No estoy pidiéndote que me entiendas y me toleres, sino que me comprendas y me aceptes.
Tolerar es indigno porque la tolerancia es un repudio disfrazado de buena voluntad.
Finalmente, no dudes de mi afecto por ti... y no me hagas dudar del tuyo convirtiéndome en tu enemigo.
Mi vida es buena y valiosa y tengo que vivirla tal cual es, incluso a pesar de ti.
No pienses que te estoy contando mis problemas, porque mi sexualidad no es problema para mí, te estoy contando mi vida…
La de un hombre… como cualquier otro…

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