Tres cuartas partes, aproximadamente, del área pampeana apta para trigo presentan condiciones adecuadas de humedad para la siembra. Al este de la región pampeana las condiciones hídricas son óptimas, incluso temporariamente excesivas en algunos sectores.
Desde el sur de Córdoba hacia el sudoeste bonaerense se desprende el área con mayores problemas hídricos en superficie.
Si bien a medida que nos desplazamos hacia el sur la ventana de
siembra se extiende hasta avanzado el mes de agosto, las recargas que se demandan son importantes y las siembras serían muy arriesgadas. Esta condición de riesgo va disminuyendo hacia el núcleo triguero sur, hasta volverse inexistente sobre el sudeste bonaerense.
La Figura 1 muestra el balance hídrico correspondiente a la zona de influencia de Pergamino, y es representativa del este de la zona triguera norte (este de la zona núcleo). El balance corresponde a
niveles superficiales del suelo, considerando como fecha de siembra el 15/06. En el mes de mayo las reservas (línea negra) cayeron por debajo de los valores normales para ese mes (área verde).
En junio los registros pluviométricos hicieron ascender los niveles de reserva hasta determinar excesos hídricos (puntos celestes). Actualmente las mismas han descendido un poco, pero manteniéndose por encima de los valores normales del mes, lo que determina condiciones óptimas para la siembra.
Figura 1: Seguimiento de las reservas superficiales (trigo) en Pergamino
En la provincia de Entre Ríos las siembras tempranas no se concretaron, debido primero a la falta de humedad superficial y luego a la generación de excesos hídricos, como puede verse en el balance superficial de Paraná (Figura 2). Actualmente los almacenajes también son superiores a los normales y las condiciones para la siembra son óptimas.
Figura 2: Seguimiento de las reservas superficiales (trigo) en Paraná
Pasando al núcleo triguero sur, se observan condiciones muy diferentes sobre el sudeste de Buenos Aires que sobre el sudoeste de la misma provincia y sudeste de La Pampa.
La Figura 3 muestra la evolución de las reservas superficiales de agua en Benito Juárez, siendo además representativa de las demás localidades al este de la misma.
En toda esta área las reservas actuales son normales o superiores a las normales, es decir, adecuadas a óptimas para la siembra de trigo.
Figura 3: Seguimiento de las reservas superficiales (trigo) en Benito Juárez
Sin embargo, los productores del sudeste bonaerense se muestran reticentes a la hora de definir estrategias de implantación, por motivos extraclimáticos. Variados argumentos concurren para justificar el escaso movimiento que se observa en la zona en este sentido.
Si bien la ventana de siembra es muy amplia, las condiciones comerciales, de mercado, la buena cosecha que se espera en USA y en general una ecuación económica que no convence están conspirando contra el área triguera y posiblemente muevan hacia abajo la intención de siembra en esta zona que concentra históricamente gran parte de la producción triguera nacional.
En el sudoeste bonaerense las condiciones son subóptimas, en general con carencias de humedad importantes.
La Figura 4 muestra la evolución del estado de las reservas en Coronel Suárez, la cual se mantiene siempre por debajo de los niveles normales. Aquí los productores esperan una lluvia que produzca una recarga superficial suficiente para la siembra, pero las mismas se realizarían con alto riesgo, constantemente a la espera de eventuales recargas posteriores.
Figura 4: Seguimiento de las reservas superficiales (trigo) en Cnel. Suárez
Contexto previsto para la primavera 2010
La mayor parte de los modelos internacionales de pronóstico de El Niño – La Niña se inclinan hacia una permanencia del estado neutro en el Pacífico Ecuatorial. Sin embargo, cada mes más modelos se van sumando a la previsión de un estado La Niña débil para la primavera 2010.
Si bien estos modelos no son la mayoría, su número es creciente. Además, el principal indicador del estado de este fenómeno ya se ubica en el límite entre la neutralidad y La Niña.
El fenómeno La Niña no ha mostrado históricamente un efecto importante sobre las lluvias de invierno en el territorio argentino. Su impacto se concentra en la primavera, hacia lluvias inferiores a las normales en forma muy generalizada. Pero este efecto depende de la intensidad del fenómeno, que desde el punto de vista actual debería preverse como poco importante para la primavera 2010.
A partir del mes de agosto los pronósticos numéricos muestran un mejor nivel de acierto.