Fue una fiel discípula de la Hermana Joela, cursó sus estudios primarios en la Escuela Parroquial Santa María, se ausentó por 5 años hasta recibir el título de Maestra Normal Superior y volvió como docente, integrante del equipo directivo, para convertirse luego en la Directora del establecimiento.
En total, 49 años de su vida transcurridos en el centenario edificio, lo que demuestra que las vivencias tienen la nitidez de una época imborrable y plena de acontecimientos superadores.
Fue invitada a hablar y lo hizo con el mismo tono con que se dirigía a los alumnos y a la comunidad en cada acontecimiento donde la Escuela Parroquial sobresalía con una personalidad que formó parte del rico compromiso asumido con toda dedicación.
Antonia recordó su paso por las aulas como alumna, luego como docente, enfatizó en las enseñanzas de la Hermana Joela, el crecimiento experimentado desde la fundación hace 100 años atrás y permitió a todo el público presente hacer una gran revisión del paso del tiempo y el crecimiento sostenido a través de los años para la Escuela Parroquial.
Habló de los años felices, pero dijo que toda rosa tiene espinas, y como tal recordó el 10 de abril del año 1987 cuando imprevistamente fallecía la Hermana Joela, dejando un manto de incertidumbre y sensaciones encontradas frente a una realidad que hubo que asumir.
Encarriló su discurso, que brotaba prácticamente desde su corazón, hablando de los compromisos que hubo que asumir y todo el acompañamiento de la población, los padres, los docentes que aceptaron un desafío, porque llevaba implícito el mensaje eterno de la Hermana Joela.
Antonia despertó los aplausos reiterados de la multitud que se congregó y no dejó un instante de saludar, abrazarse, secarse las lagrimas en mas de una oportunidad, recibió un presente recordatorio, le regaló a la Escuela libros y, al lado de ella, inseparable, Marta Prieto de Hoffman, recordada maestra de música, tan o mas emocionada a medida que se desarrollaba el acto.