Carmen Fógel y Catalina Elida “Ela” Schneider son dos mujeres muy activas de Pueblo Santa María, que tienen una estrecha relación con el Taller Protegido, creado hace poco tiempo en la localidad.
La Presidenta de esta institución cuenta en forma permanente con la disposición de ellas, para todo lo que se emprende y también para la tarea diaria de visita al Taller, de control permanente para ver que hace falta, que necesitan los operarios del lugar.
Ambas saben lo que un discapacitado y sus familias viven y sufren, porque lo han aprendido con su propia vida tanto que han aprendido a valorizar a todas aquellas personas que la sociedad considera “distintos” y que en realidad “son más normales que muchos de nosotros”, según expresan.
“Ela” tuvo un hermano, un año mayor que ella, a quien cuidó y protegió desde que ambos compartían la escuela, el aula, la maestra. Lo cuidó cuando fallecieron sus padres, con la ayuda de su esposo y sus hijos.
Carmen, hace 13 años, cuando nació su primer y por ahora único nieto, Nicolás, y les informaron que tenía Síndrome de Down se enojó con Dios, lloró y luego reflexionó sobre el sentido de ese pequeño en la vida de la familia.
Ahora agradece cada día la existencia de Nico, quien no para de repetirle muchas veces toda lo que quiere a su abuela y cada vez que llega de visita le proporciona una inyección de energía y de motivos para vivir.
“Cada vez que voy al Taller Protegido salgo con unas ganas, unas energías enormes. Lo que proporcionan los chicos es increíble, nosotros tenemos que aprender de ellos, porque nos enseñan sobre el amor, como vivir sin maldad, sin envidia. Hay que ver como se apoyan entre ellos, como piensan en el otro”, dice enfáticamente Carmen.
“Hoy se que Nico es una bendición de Dios, es la luz de mis hijos, es un ser especial, es todo amor, es un sol”.
Carmen se despide de la entrevista con la calidez y sonrisa que la caracteriza, señalando que “estoy muy feliz y orgullosa de mi nieto, que todos los días me sorprende con logros y notas buenas mientras se encuentra cursando el quinto grado de la Escuela Parroquial y estoy segura que va a poder egresar”.
Por su parte Ela dice convencida que “la persona que no ha tenido un problema en su familia de discapacidad no lo entiende, desconoce lo que puede brindar una persona que tiene alguna dificultad. Hoy en día, cuando voy al Taller, especialmente en uno de los concurrentes, me parece que lo tengo a mi hermano Jorge que me está mirando, entonces todo lo que hago lo realizo con más gusto”.
Dos mujeres cuyas vidas fueron tocadas a partir de la problemática de la discapacidad y que han aprendido a valorar la vida misma y las diferencias entre las personas, sabiendo que la sociedad tiene que dar cabida a todos.