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"Hace dos años y pico que estoy detenido y todavía no se por qué".

Gustavo Aguilar reafirmó su inocencia, dijo que no conoce a los testigos de identidad reservada que lo incriminaron y que desde la fiscalía "han ofertado miles de cosas" para perjudicarlo.

Apenas nueve minutos de declaración, sin preguntas ni interrupciones, le bastaron a Gustavo Aguilar (45) para reiterar su inocencia en el doble crimen de María Victoria Chiaradía y Héctor Horacio Iglesia Braun.
"El Chino" Aguilar fue el único de los tres acusados que prestó declaración ante el Tribunal en lo Criminal Nº 3, mientras que Gustavo Javier Ravainera (40) y Héctor Hugo Fernández (44), pese al anuncio que realizaron sus abogados un día antes, pidieron postergar las indagatorias para hoy.
Luego de aclararle el juez Raúl Guillermo López Camelo que, a diferencia de los testigos, no emitía su versión bajo juramento, el detenido cargó contra el fiscal Eduardo d'Empaire y cuestionó la investigación.
"Hace dos años y pico que estoy detenido y no sé ni por qué todavía. En todo momento se dudó de mi palabra. Las cosas que he leído de la causa y lo que he visto en el juicio, sinceramente, me están embromando cada vez más y yo soy enfermo y me estoy muriendo", aseguró.
Dijo que el día posterior a su captura, D'Empaire lo trató "con mucha animosidad", pero que no sabe por qué. "Acá se han ofertado miles de cosas de la fiscalía para perjudicarme", acusó.
"Es como si tuviéramos algo personal y yo no tengo nada con él. Vengo a decir aquí, lo que he dicho desde el primer momento. Yo quería hablar con... (nombró al testigo de identidad reservada "SS", que lo incriminó en el hecho y a su señora ("TT") en un careo, porque no los conozco", dijo.
Aseguró haber escuchado "muchas barbaridades", como que tomó a punta de pistola el taller de Marino Diesel, cuando, según dijo, desde 1997 a la fecha, no portó armas.
"Cuando yo estaba tomando Marino, que no había armas ni nada, el señor (Daniel) Marino me estaba dando instrucciones de enfrente, por el teléfono, desde el restaurante de El Cholo. Me decía 'Gustavito, hacete cargo de todo, porque yo me voy, tengo un q...' Cuando viene, resulta que se quería llevar las cosas y yo no lo dejé, porque yo era depositario judicial y yo iba a quedar preso, porque recién había terminado la libertad condicional mía en el año 2000", señaló.
Declaró que en 2003 estuvo internado y muy delicado de salud, "con lo cual no pude haber estando tomando drogas, que me presto a la rinoscopía" y tampoco "tomaba alcohol porque, de mi familia, el único de los varones que no toma alcohol soy yo".
Sobre los crímenes investigados, Aguilar advirtió que no tuvo ninguna participación y que siempre estuvo a disposición de la justicia, incluso dos o tres días antes de su arresto.
"Se lo dije al señor fiscal: 'Delincuentes comunes no viajan 200 kilómetros con los chicos arriba, para matarlos allá; se los matan acá y se los dejan ahí", explicó.

Problemas con Iglesia
También remarcó su enemistad con el padre de una de las víctimas, el extinto superintendente de la policía bonaerense Héctor Horacio Iglesia, quien lo detuvo, a fines de los 80, por otros hechos delictivos violentos.
"Soy inocente y me voy a mantener hasta la muerte con esa. Si Iglesia hubiera sabido que fui yo, quédense tranquilos que yo no estaría acá, porque tenía problemas con él de muchos años, como con (el comisario general retirado Héctor) Díaz y todos los comisarios que han hablado mal de mi del año 89 para abajo", declaró.
Criticó que lo tilden de asesino, tal como le sucedió ayer en uno de los pasillos de tribunales.
"Me decían porque me reía, pero si me río, porque me río, y si estoy serio, tengo cara de loco... No sé qué hacer ante esta circunstancia que estoy viviendo, porque escucho cada mentira", dijo.
Confesó que Ravainera, dos o tres meses antes del caso, "se había enojado conmigo y no hablamos más; a Gustavo se lo digo en la cara".
Además, señaló a Alfredo Abraham como la única persona que lo relacionó con el identikit inicial de la causa y manifestó que dicho testigo "estaba prófugo por el homicidio de Darío Perrozi, de White, que (luego) lo condenaron a tres años y tres meses nada más. Si yo lo mato con el auto, capaz que lo pago más caro", indicó, al mostrarse extrañado por lo que consideró una corta condena contra el nombrado.
Finalmente, manifestó que tampoco tiene nada que ver con las estafas que le atribuyen a Ravainera, pese que no está formalmente imputado en esa causa.

Revelación y muerte
Juan Carlos Vittadini, sobrino de Néstor, quien fuera asesinado a tiros a principios de 2001 en el barrio Villa Floresta, confirmó ayer que dos semanas antes "de que lo ejecuten", su tío le aseguró que sabía quiénes eran los autores del doble crimen.
"Tuve una charla con él, cuando pasó por casa. Teníamos muy buena relación; no compartía su manera de vida, porque tomaba. Lo noté nervioso, con los ojos vidriosos, con ganas de llorar. Me refirió que estaba cansado de la vida que llevaba y me dijo que necesitaba un 'fierro' (arma de fuego). Le comenté que no acostumbraba a usar armas y me dijo que hacía dos días que lo venía siguiendo un auto rojo con tres tipos adentro. El sabía quiénes habían matado a los chicos, refiriéndose a 'Vicky' y Horacio", dijo.
"Le pregunté por qué lo sabía --agregó-- y me dijo 'no te metas'. Insistí y me dijo fueron esos 'h... de p..., si le tenían bronca a Iglesia (en referencia al padre de una de las víctimas, ex jefe de la policía bonaerense), para qué se metieron con los chicos'".
"Me dijo que habían sido 'El Chino' Aguilar y 'El Lagarto'", detalló.
Cuando volvió a interrogar a su tío por el origen del comentario, aquel le refirió: "Adentro te enterás de todo", en relación con lo que Néstor escuchó en la cárcel local, donde estuvo detenido por robos.
También le mencionó que tenía pensado hablar con Iglesia padre, por esta situación, aunque desconoce si llegó a hacerlo.
Luego del crimen de su tío, Juan Carlos Vittadini manifestó sentir temor porque lo seguía un automóvil Ford Falcon de tono claro.
"Me agarró miedo por mi y mi familia. Caí en una enfermedad, me llevó un tiempo de recuperación; había nacido mi hijo, hubo cosas que me llevaron a no decir nada", explicó, aunque finalmente se presentó en la fiscalía y contó lo que sabía.
"Ahora no tengo miedo; uno con las circunstancias va madurando", declaró, ante una pregunta del defensor Juan José Martínez.
Finalmente, consultado por el abogado de Aguilar, el testigo --actualmente trabaja en el Servicio Penitenciario Bonaerense-- explicó que su tío le dijo que, cuando iba a hablar con Iglesia, le pediría dinero para comprar un terrenito y hacerse una casa, porque debía alejarse de la ciudad.
Trascendió que, concluida la décima jornada, pasadas las 13.30, familiares de Vittadini insultaron en los pasillos del Palacio de Justicia a "El Lagarto" Ravainera.

Ratifican vínculos entre los procesados
Un hombre domiciliado actualmente en Viedma reconoció haber vivido, entre fines de 1998 y 1999, en un departamento de Viamonte al 400, de nuestro medio, que se lo prestó Gustavo Aguilar --a quien identificó como un amigo-- y que compartió con Gustavo Ravainera.
De esa manera, Luis Angel Rodríguez confirmó los contactos que existían, previos al hecho, entre al menos dos de los imputados, mientras que dijo haber conocido al tercer sospechoso (Fernández) entre 2003 y 2004, aunque anteriormente lo había sentido nombrar en el galpón de la ruta 35 (regenteado por Aguilar), pese a que no lo vio allí.
"Vine a vender leña y carbón para Aguilar y él me facilitó para que viviera ahí, me lo prestó, pero no sé si era de él", explicó, en cuanto al departamento, que también se relacionó con las causas de estafas que se le siguen a "El Lagarto" (ver aparte).
Además, dijo conocer, por medio de Ravainera, a Roberto Schell --delincuente ultimado en un ajuste de cuentas a fines de 2000, que también fue vinculado con las muertes de María Victoria y Horacio--, aunque no recordó haberlo llevado desde la pensión en la cual vivía, en la calle Berutti, hasta el galpón de la ruta 35, pese a que sí lo manifestó en su primera declaración en la fiscalía.
Dijo que para el uso del personal de dicho establecimiento había una camioneta Chevrolet, otra Fiorino y una Renault Express blanca.
Hubo discusiones entre las partes, con intervención de los jueces, cuando el testigo hizo alusión a los teléfonos celulares que había adquirido antes del doble crimen.
Reconoció que una línea adquirida en 1999 se la regaló, luego, a Aguilar.
Del análisis de las comunicaciones incorporado a la causa, surge que entre el 25 de agosto y el 5 de septiembre de 2000, entre ese número y otro que estaba a cargo del detenido, se concretaron 45 comunicaciones, cuando, antes y después de esa fecha, el mismo teléfono registraba escasa frecuencia de uso.
Rodríguez, no obstante, explicó que no recordaba la fecha de entrega del aparato a Aguilar, aunque dijo que los días 27 y 28 de agosto de 2000, lo tuvo en sus manos, en Viedma, porque desde allí llamó a su hermana y a su hermanastra, para saludarlas por sus cumpleaños.
Esa apreciación sería inexacta, porque las comunicaciones que registraron los peritos eran sólo de nuestro medio.

Llamada sugestiva
Por otro lado, Rodríguez reconoció haberle comprado un celular a Alfredo Abraham (sujeto que también cuenta con antecedentes) que, luego, supuestamente, entregó a Gustavo Ravainera.
Desde esa unidad, el VAIC (sistema de análisis de entrecruzamientos telefónicos) determinó que la madrugada del 27 de agosto de 2000, cuando se cometió el doble crimen, a las 4.02 y durante 14 segundos, ese número recibió una llamada desde un teléfono público ubicado en Zelarrayán al 3800, lugar cercano al sitio donde los novios solían concurrir y donde, al parecer, fueron interceptados por sus homicidas.
De todas maneras, el testigo aclaró ante los jueces que nunca había dicho que le entregó dicho teléfono a Ravainera y que esa afirmación se la agregaron los tres policías que le tomaron declaración en Viedma, que serían de Casos Especiales de la fuerza de seguridad bonaerense.
En ese sentido, también advirtió que, en el acta le "pusieron" que conocía a Fernández desde 1993 o 1994, cuando él lo conoció diez años después, tal como declaró en el debate.
Afirmó que en ocasión de su testimonio en la capital rionegrina lo maltrataron, porque estuvo "detenido" en una comisaría, aunque ese arresto se generó porque, al parecer, en su contra pesaba un pedido de paradero activo de la justicia de Viedma.
Por otra parte, Rodríguez reconoció que en una oportunidad posterior, entre 2003 y 2004, volvió a ver a Aguilar y Ravainera en el ex taller Marino Diesel (se acusa al primero de ellos de haberlo usurpado), donde "'El Chino' tenía un taller de inyección", según declaró.
A preguntas de las defensas, reconoció que Ravainera tuvo un Ford Falcon amarillo y que en una oportunidad viajó con Aguilar y Rubén Ortega a Caleta Olivia (hacia donde, aparentemente, también viajaba Fernández, según sus ex vecinos del barrio Los Chañares), para traer un utilitario Peugeot Boxer volcado, que habían adquirido.
También declaró ayer el subcomisario Jorge Alejandro Vera, de la superintendencia de Investigaciones de la policía, quien participó del allanamiento a la casa de Gustavo Aguilar.
Dijo que allí, además del arresto, procedieron al secuestro de documentos de vehículos; chapas patentes; cheques; un revólver 32, con proyectiles, que estaba dentro de una bolsa; un DNI a nombre de otra persona que no era moradora, y una pala.
En la declaración que aportó en la sede de la fiscalía, Rodríguez, además, manifestó que tanto Aguilar como Ravainera, portaban armas calibres 22 o 38 y que en el inmueble de la ruta 35 tenían vehículos "producto de alguna estafa, ilícito o también 'planes caídos'".

Por estafas reiteradas
Dos testigos incriminaron a Gustavo Ravainera en los delitos de estafas reiteradas, cometidos en 1999, por los cuales el sujeto también está siendo juzgado.
Rosa Esther Heredia manifestó que, en General Cerri, le vendió al sospechoso un camión Dodge 400, modelo 1964, que era de su padre, pero se encontraba a su nombre.
Dijo que, antes de la entrega del vehículo y la documentación, Ravainera le dio dos cheques a 15 y 30 días, que luego descubrió no tenían fondos, pese a que, poco antes de realizar la transacción, ella se comunicó con el banco respectivo y le dijeron que la cuenta "era confiable".
"Estaba con un hombre que decía ser su padre, que se llevó el camión. El se fue en el auto (en el que arribó), pero volvió, hizo un trompo en la esquina, se río y se fue", sostuvo Heredia.
Luego del rechazo de los valores, se presentó en el domicilio que había suministrado Ravainera, en Viamonte al 400, pero no lo encontró.
"Me había dado la dirección de enfrente, donde hay una escuela. Le pregunté a la portera y me dijo que la noche anterior se habían llevado todo", explicó.
Un año después, su camión fue localizado en Neuquén.
Fernando Fulgenci fue víctima de una maniobra similar, mediante la venta de una camioneta Fiat Fiorino, que había publicado en este diario.
Ravainera "me entregó valores y no tenían fondos e hice la denuncia", expresó Fulgenci, para aclarar que, durante la venta, además del acusado, estaban presentes otro hombre, una mujer y un niño. Todos se movilizaban en un utilitario Renault Express blanco.
Fulgenci también concurrió al departamento de Viamonte 464, pero no obtuvo respuestas. "Fui como diez veces, pero no los encontré", dijo.
Su vehículo también apareció en Neuquén, hacia donde Ravainera viajó al menos una vez, según el testigo Luis Rodríguez, quien declaró ayer en la causa por el doble crimen.

Fuente: www.lanueva.com (La Nueva Provincia)

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