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Hermana Liliana Moyano, Directora del Hogar La Providencia.

“El amor de Dios no tiene fronteras. Es una semilla que se expande”.

Conocida es la labor que lleva cabo la Hermana Liliana a través del Hogar La Providencia, ayudando a muchas familias en situación de vulnerabilidad y siendo convocante para muchas personas, sobre todo jóvenes, para misiones solidarias que se realizan en silencio, pensando siempre en quienes más necesitan.
Consultada por La Nueva Radio Suárez empezó deseando Feliz Navidad para todos: “estamos en la octava de Navidad, es una fiesta muy importante, y al igual que Pascua tiene ocho días siguientes, que es como si fueran el mismo día de Navidad”.
Informó que “en esta época del año hemos evaluado, como comunidad, como congregación religiosa, lo vivido durante el año, dando gracias a Dios por este Año de la Misericordia. Estaba leyendo más temprano, mientras rezaba, el último documento del Papa Francisco, que tiene como título ‘Misericordia y Miseria’. En él dice que la misericordia renueva y redime porque es el encuentro de dos corazones: el de Dios, que sale al encuentro, y el del hombre. Hay muchas expresiones más, muy lindas y muy reales, pero me quedo con esta frase: ‘el encuentro de dos corazones’, Dios sale al encuentro. Hay que dar gracias porque constantemente ha salido y sale al encuentro nuestro, de la comunidad religiosa, y desde ahí podemos invitar y compartir nuestra misión y nuestra vocación, con jóvenes y adultos que nos acompañan en la tarea de anunciar la fe y acompañar a las familias y niños en situación de riesgo”.
La Religiosa calificó al año transcurrido como “muy intenso, pero con muchos frutos”.
En este sentido dijo que “veíamos como hemos crecido juntos en la fe, en esta esperanza del Dios que está con nosotros y en esta certeza. Gracias a Dios que se ha podido vivir así, desde situaciones felices y desde situaciones dolorosas: enfermedades, carencias, cumpleaños, desde tantas cosas que hemos podido compartir con las familias. Desde ayudarles a prepararse para un sacramento, con catequesis, compartirlo esto con la familia, participar de la ceremonia en la Parroquia, y después ir a las casas de las familias a compartir una fiesta por esto. Este ir y venir con los niños, sus familias y todo el grupo misionero. Es decir, vamos creciendo en este apostolado que la Iglesia nos encomienda y nos vamos integrando y haciendo uno. Eso nos ha llenado de alegría”.
Agradeció “la solidaridad de toda la gente de Coronel Suárez y de mas allá también. Hace una semana vino una camioneta de Arroyo Corto, de un grupo misionero, con alimentos, ropa y cosas, regalos también. La dejaron aquí para compartir con las familias a las cuales visitamos. El amor de Dios no tiene fronteras y trasciende solo. Es una semilla que se expande. Uno se pone en manos de Dios, hace lo que puede y Dios se encarga de todo lo demás. Nosotros seguimos suplicando para que cada uno de estos niños y de estas familias, con el transcurso del tiempo, puedan tener una vida mejor, puedan crecer en las carencias que tienen actualmente. Con mucha esperanza, porque sabemos que hay mucha gente que tiene conciencia de esto, que pone su vida al servicio, su tiempo. Sobre todo los jóvenes, que no tienen dinero pero cuentan con su alegría, su solidaridad”.
La Hermana Liliana despliega un trabajo silencioso, acompañada de un grupo de personas que llevan a cabo actividad misionera en las familias más vulnerables. Cuando ha hablado sobre esto no ha dejado de invitar a que abramos los ojos, que aprendamos a mirar en nuestro prójimo más próximo las situaciones de vulnerabilidad.
En este sentido recordó la importancia del trabajo: “hace a la dignidad del hombre. Jesús eligió nacer en una familia pobre, perseguido. Su madre, la Virgen María, se encarga de las cosas de la casa, y de un papá, José, carpintero. Él los ve trabajar, aprende el oficio de carpintero. Cuando crece se relaciona con los pescadores que son a los que llama para que lo sigan. Gente de trabajo. Dios quiere que los hombres se ganen la vida con el trabajo y que los niños los vean trabajar a los mayores. Es algo simple. Cuando no está, cuando se hace una rutina de vivir de lo que te dan, ahí se complica, no solo para el adulto, sino para los chicos, que crecen pensando que la vida es así. Y no. Seguro que como país tenemos que seguir insistiendo y pidiendo que crezca en todos esta cultura del trabajo y las posibilidades concretas para acceder a ella”.
En el mensaje final pidió “vivir con mucha alegría, con mucha esperanza. Rezando todos por la paz tan necesaria en todo el mundo. Y dando gracias a Dios por esta comunidad de Coronel Suárez. Tal vez quienes viven acá no se dan cuentan de la riqueza que tiene cada uno de los suarenses, en cuanto a la solidaridad, a la sensibilidad, de corazón y de gestos”.

 
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