Como todos los años en la noche del 24 de diciembre la Parroquia Nuestra Señora del Carmen se colmó de fieles para escuchar la palabra del Señor y compartir la conmemoración de una fecha fundamental en la historia del Cristianismo, donde el nacimiento del niño de Belén nos define una guía muy concreta sobre la realidad y con vigencia absoluta para toda la vida.
Se compartió la Eucaristía, quizás con mucha mas emoción se ofreció la mano y la mejilla para tributarnos la paz y se escuchó con mucha atención la Homilía del Cura Párroco Diego Kessler, quien hizo centro en el nacimiento en un sitio rodeado por la mayor austeridad y que nos trae el muy fuerte desafío de emprender una vida nueva.
De todas formas, reviviendo el misterio de la Nochebuena, nos vamos a encontrar con que la Navidad es, indudablemente, la fiesta que mayor repercusión ha alcanzado y tiene en la vida exterior de la gente: villancicos y belenes, las distintas costumbres populares, las felicitaciones, el árbol y las cenas de Navidad.
Un espíritu mezquino podrá decir que tales costumbres son en sí reprobables. Pero si hacemos alegrías cuando nace uno de nosotros, qué haremos cuando nace Dios.
Cuando una familia se alegra cada vez que una nueva cuna se mece en la casa, ¿cómo no ha de hacer fiesta solemne la familia del pueblo de Dios, la Iglesia, cuando celebra el nacimiento de su Señor y Redentor y lleva esta alegría dulce e íntima a la vida familiar y social?
Fotografías de Juan Schtre.