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Sociedad Rural del Partido de Coronel Suárez.

“La búsqueda de la simplicidad”.
Tranqueras afuera se viven otros obstáculos.
María Amelia Irastorza relata, con descarnada crudeza, las peripecias de ser productora en la Argentina.

“Las carnicerías instaladas padecen la competencia desleal”, sostiene Irastorza.
Seguramente es difícil imaginar, desde el llano en el que me encuentro, las dificultades que atraviesa una administración que enfrenta la coyuntura presente. No voy a intentarlo.
Pero sí necesito contarles lo que ocurre acá, en el llano, lejos de las decisiones más complejas, pero con el yugo que marca el día a día.
Las actividades productivas y comerciales en el país, y la agropecuaria en particular, por efecto de arrastre como por la reconocida comodidad de no innovar, vienen acumulando innumerables obstáculos. Muchos nacieron de la necesidad, otros de la desesperación o de la viveza cómoda, pero todos llegaron para quedarse y, ahora, se amontonan: COT, CTG, carta de porte, guía, registro de operadores de granos, registro de operadores de carne, RESPA agrícola, RESPA ganadero, caravana, sellado de contrato, impuesto al cheque, IIBB, declaración de producción de cosecha fina, declaración de producción de cosecha gruesa, declaración de hectáreas de cosecha fina, declaración de hectáreas de cosecha gruesa y control de stock son algunos de ellos.
Esta verdadera carrera de obstáculos, lejos de impulsar a la acción y lograr un oportuno control, lo que hace es inmovilizarnos.
La cuestión práctica es la siguiente: si lo que deseamos es producir más y mejor (y la intención es indudable), pero por supuesto dentro de parámetros comerciales y sanitarios apropiados, ¿por qué, inexplicablemente, se apunta al lugar incorrecto?
Reiteradamente se ha acusado a los productores de evasores; en muchos casos es cierto. Pero al igual que en el caso de robo de todo tipo de artículos el evasor (el ladrón) necesita un cómplice. Ningún auto se roba sin que alguna autoridad conozca el desarmadero; ningún objeto vale la pena robarse si no encuentra comprador; ningún novillo se faena clandestinamente sin que algún vivo compre esa carne.
Un pueblo de mi conocimiento faena casi el 80% de la carne de manera clandestina. Las únicas dos carnicerías en regla tienen que sufrir la competencia desleal de las otras 17. Todos los controles se aplican a dos. ¿Para qué nos tomamos el trabajo de mandar a un productor a comprar precintos y sacar guías, o de hacer una campaña contra el Síndrome Urémico Hemolítico?
La pregunta entonces es: ¿dónde es más sencillo controlar? La respuesta también es sencilla: en Argentina hay 300.000 productores, 300 molinos, 5/10 exportadores y 469 frigoríficos. Adivine cuál es el número más pequeño y tendrá la respuesta.
Le propongo, humildemente, que en vez de perder la carrera contra 300.000 personas, controlemos a 780 empresas: será más barato e inevitablemente más eficiente, y encima habrá 300.000 personas (buenas, malas, honestas y deshonestas) dedicadas a producir e imposibilitadas de evadir.
Probablemente nos hemos esforzado tanto por ser creativos y hemos generado tantas leyes, tantas resoluciones, tantos puestos con sellos, tantos trámites incomprensibles y superpuestos que olvidamos la regla básica de la eficiencia: la simplicidad.

 
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