“Estoy muy emocionada. De ver que allí por 1996, cuando se pensaba que los chicos necesitaban otra oportunidad, se empezaban a detectar chicos que eran muy grandes para estar en estimulación temprana. Ahí se empieza a trabajar con muy buena voluntad de los docentes, de los inspectores que teníamos, con los discapacitados motores. Era un poco de ensayo y error, porque había muy poco de currícula, todos los chicos son individualidades diferentes. Así empezamos a trabajar, teníamos un salón muy chiquito, porque la matrícula era reducida”.
Luego Estelita recordó que “el garaje que tenía la escuela se había convertido en aula. Ahí empezó nuestro caminar, con maestras con excelente buena voluntad. Empezamos de a poco a crecer, a tener más sueños, a incorporar más chicos”.
Así relata Stella Fernández los inicios del Servicio de Discapacitados Motores hace 20 años atrás, en momentos en que conducía la Escuela Especial Nº 501 en el cargo de Directora.
Pasaron algunos años hasta tener el salón adecuado: “creo que fue en el año 2000 cuando se empezaron las gestiones, afectando en su momento parte del patio, lo que después se pudo compensar con la compra a un vecino de un terreno que volvió a sumar patio para el establecimiento”.
Agrega que “contamos con muy buenas docentes, con mucha disponibilidad sobre todo. Y en su momento, con el acompañamiento de médicos como el Dr. Frandzman, que nos orientó muchísimo. En su momento nos comunicamos con Irel, trabajamos mucho con el Dr. Antonietti, médico neurólogo de Irel, porque nos daba pautas de cómo trabajar. También debemos agradecer a los neurólogos de Suárez, tanto Nora Etchemendigaray y el Dr. Daniel Vilariño”.
Manifestó “mucha emoción” por el regreso a la escuela que dirigió durante muchos años para celebrar el 20º aniversario de un Servicio que se creó durante su gestión y cuyo equipo docente está integrado por una de sus hijas.
“No puedo terminar de deslindar lo que es mamá de lo que es ex Directora y el afecto que uno tiene a todos estos chicos. Cuando pasaban el video institucional acordarme de los primeros chicos me resultó muy emocionante. Los papás tenían hasta miedo de dejárnoslos. Cada papá de un niño discapacitado motor tiene una simbiosis muy directa con su familia y dejarlo en la escuela era un adelante. Inclusive durante mucho tiempo dimos clase con los papás que nos acompañaban. Porque les parecía algo terrible dejar a sus chiquitos solos, al cuidado de alguien que podía no conocerlo. Fue un aprendizaje muy lindo y si uno hace un recuento es un placer ver cómo se comenzó y lo que han logrado con esta nueva dirección, con estos nuevos profesionales. Es muy lindo, muy placentero”. |