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Una mirada hacia los actos escolares que acaban de pasar.

 

Fue una muy buena celebración en cada una de las escuelas. Que mostró un trabajo previo realizado con profundidad y que permitió recuperar costumbres y tradiciones que hacía tiempo estaban ausentes en los actos escolares.
Un Bicentenario que se vive a pleno desde los establecimientos educativos del Distrito de Coronel Suárez.
Quedaron mensajes significativos, pero lo más importante ha sido el compromiso y la participación de la familia junto a la escuela.

En estos días, como medio de comunicación, hemos estado en un sinnúmero de actos escolares, en el marco del Bicentenario de la Independencia.
Lejos de ser una tarea que agotara por la repetición, resultó reveladora, emocionante, para henchir el pecho. Porque permitió comprobar lo mucho y bien que se trabajó en cada una de las instituciones educativas en el marco de los 200 años de la declaración de la Independencia.
En todos los niveles educativos, inicial, primario, secundario y terciario, los actos celebratorios del Bicentenario fueron un reflejo del trabajo de mucho tiempo, de una construcción que fueron realizando los estudiantes, guiados por sus docentes y con el apoyo de sus directivos.
Una construcción profunda sobre el sentido de patria, libertad, independencia. Con diferentes proyectos, que fueron transversales a los diferentes espacios curriculares, se fue llevando a cabo una construcción sobre este hecho histórico fundante de nuestra Nación, que dio lugar a actos patrios que tuvieron sentido y que implicaron el recupero de formas, tradiciones, danzas, que habían sido paulatinamente dejadas de lado.
Eso fue lo que denotaron cada uno de los actos escolares, por sobre todas las cosas, que la celebración, que en todas las escuelas se produjo el día 7 de julio, fue la coronación de un trabajo profundo que se vino haciendo desde principio de año.
Para dar algunos ejemplo: la ornamentación que tuvo cada establecimiento educativo no se hace de un día para otro, y tampoco sin la colaboración de los alumnos. Había trabajo conjunto y había sentido en la multiplicidad de los colores celeste y blanco que adornaron los espacios que congregaron a cada comunidad educativa.
Uno de los establecimientos tenía banderas de todas las provincias que forman parte del país. La Casa de Tucumán, la ciudad que la alberga y la provincia toda, que fue protagonista en 1816, no solamente fue nombrada, sino que en algunas escuelas se condujo a los alumnos a que investigaran sobre esta provincia interior, en una actividad que implica federalismo.
Muchas escuelas cerraron sus actos con bailes típicos. Fue muy bueno ver a los niños bailar danzas del noroeste argentino, como el típico carnavalito, o la casi olvidada –hasta ahora- danza de las cintas. O que alumnos del último año del secundario ensayaran con ahínco, para estar preparados al momento del cierre de su acto, el Pericón Nacional. La última parte de esta danza nacional, el momento de la coronación, formando con los pañuelos celestes y blancos la bandera argentina, fue un momento emocionante.
En muchos establecimientos educativos hubo representaciones del momento de la jura. Y a la propuesta de teatralización se sumaron estudiantes de todas las edades, demostrando compromiso y contracción a lo que los docentes sugerían.
Todos los establecimientos sumaron a su comunidad educativa y, en algunos casos, el acto tomó la calle y sumó a los vecinos.
El aroma de las tortas fritas, empanadas y el chocolate inundó las escuelas y fue una oportunidad de prolongar el acto en un momento recreativo de camaradería que hace muy bien a las comunidades de padres, alumnos, docentes y directivos para fortalecer vínculos.
Fue una muy buena celebración en cada una de las escuelas. Que mostró un trabajo previo realizado con profundidad y que permitió recuperar costumbres y tradiciones que hacía tiempo estaban ausentes en los actos escolares.

 
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