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Natalio “Piquio” Scialabba.
Un hombre que es toda una institución.

Es todo un personaje en la ciudad. Tiene 82 años, estuvo 56 años trabajando en la Estación Meteorológica de Coronel Suárez. En todos sus años de trabajo las últimas vacaciones que se tomó fueron en el año 1968, por lo que hasta el año 2005, en que se jubiló, trabajó todos los días, incluidos sábados y domingos. Una sola vez llegó tarde, se durmió. Llegó pasada las 6 de la mañana y así lo dejó sentado en el libro diario donde se registran las novedades.
Fanático de las estadísticas meteorológicas y de su trabajo al poco tiempo de jubilarse su nieto le regaló una estación meteorológica automática. Para acallar un poco el dolor de haber sido retirado por el Servicio Meteorológico Nacional y porque entendía que la estación no estaba bien cuidada en ese momento, por lo que temía la pérdida de datos que considera esenciales y que tantos años habían formado parte de su vida.
“Arranqué el 17 de diciembre de 1948 y oficialmente me retiré el 31 de diciembre del 2005. Fueron 56 años y 14 días. Después estuve hasta el día 13 de enero, porque el que tenía que venir no llegaba. Apareció el día 12 a la noche, por lo que hasta el día 13 estuve allá”.
A la pregunta si le dolió dejar su lugar de trabajo responde con emoción contenida: “sí me dolió, sí. Normalmente paso por la calle España 1051, permanentemente (donde funcionara inicialmente la Estación). Paso por donde está la oficina y sigo extrañando ese lugar”.
¿Nunca tomaba vacaciones?, fue otra de las preguntas. La respuesta de Piquio lo pinta de cuerpo entero: “las últimas vacaciones que yo me tomé terminaron un 30 de agosto de 1968. Desde esa fecha hasta el 13 de enero del 2005 jamás tomé vacaciones, ni me las pagaron tampoco”.
“Nunca dejé de ir en bicicleta hasta la oficina. Cuando yo empecé a ir en bicicleta, el 8 de diciembre de 1980, a la sede nueva de la Estación, en la Aeroestación Coronel Suárez, mi hija me dijo que yo lo hacía porque era una novedad. Y cada 8 de diciembre le recordaba que no había sido una novedad. No voy a decir que cuando llovía no iba en auto, pero más de una vez la lluvia me agarró en el trayecto. Una vez con don Perreta, un hombre que trabaja en el Aero Club, nos metimos en la celulosa de cuánto llovía, hasta que paró de llover. El lugar donde está es un paraíso. Ir ahí implicaba que uno se olvidara de todos los problemas que podía tener. En primavera y verano, cuando se podía tener la puerta abierta, era impagable ver el panorama, el paisaje de la ciudad, donde se podía ver hasta las Sierras de la Ventana”, cuenta.
Relata que hasta el día de hoy se sigue levantando a las 5 de la mañana. “Un día me dormí y llegué a las seis y pico a la oficina. Lo puse en el libro de guardia que me había dormido. Para mí ir a la oficina era algo muy feliz, era como estar en el paraíso”.
Agrega: “vengo de una generación diferente. Nací en la década del 30. Tuve una madre que me educó con una rigurosidad infernal. Jamás me dieron la llave de mi casa. Yo trabajaba en la oficina y no podía salir de noche. Tenía 14 años. Nosotros hacíamos sondeos meteorológicos a las 3 de la mañana, a las 2 de la tarde. Se largaban globos con un sistema especial, con una vela. Iba a la oficina a trabajar a las 2 de la mañana y no me dejaban salir de noche en mi casa. Me acuerdo que venía por la calle Alem y los carniceros García Alba ya estaban despostando las medias reses”.
El verano más caluroso, aclara que no trabajaba todavía en la oficina, con una temperatura de 41,2 grados. El invierno más frío ya no estaba trabajando, en el 2007, “con más de ciento y pico de heladas y llegamos a los 13,5 grados bajo cero. El año de menor lluvia fue en el 62, con 297,4 mm. Y el más llovedor en el 85, cuando Epecuén quedó bajo agua, con 1.222,5 mm. El mes mas llovedor en marzo del año ´56, con 379,8 mm, y del 9 al 10 de marzo, en 24 horas, cuando precipitaron 209 mm”.
Dice que ahora está más tranquilo al ver cómo se maneja la Estación Meteorológica, la que fue su casa, su segundo hogar, su querido lugar de trabajo: “le costó mucho a Christian (Lizarreta, el encargado del lugar). De pronto se encontró solo en la oficina y pudo sacarla adelante, lo que me alegra mucho”.
Natalio “Piquio” Scialabba, sin duda, una institución en sí mismo. Un ejemplo de trabajo y dedicación, un apasionado de la meteorología. Un verdadero personaje en la ciudad. Un hombre irreverente, sin medias tintas, que dice lo que piensa. Un hombre que va dejando una huella imborrable en los lugares donde estuvo y en los que sigue estando.

 
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