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El actor Ignacio Giménez estuvo en Coronel Suárez.
Brindó una charla motivacional para adultos y jóvenes en la biblioteca Luisa Braganza.
Se proyectó el film “Nordeste”, su primera película.

El grupo de docentes que integra “Contando las Ciencias”, propuso para el sábado que acaba de pasar una actividad diferente.
Dentro del marco de la propuesta que denominan “Conversaciones”, que les permite abrirse a alternativas de aprendizaje y formación desde otros ángulos, no el puramente científico, invitaron al joven actor Ignacio Giménez para que cuente su experiencia de vida.
Acompañado de su esposa y la hija de ambos de 6 años, Ignacio Giménez visitó el sábado La Nueva Radio Suárez, para una entrevista donde contó la historia de su vida, signada por la pasión hacia el teatro y las elecciones a conciencia que tuvo y tiene que desarrollar. Con una particular sencillez, en un lenguaje llano, fue contando lo que ha aprendido a lo largo de este transitar de 25 años. Posteriormente visitó el Centro Comunitario Espíritu Santo, para llevar a cabo una experiencia teatral integradora, organizada también por las alumnas de uno de los profesorados de la ciudad.
Por la tarde, a las 17 horas, en la Biblioteca Luisa Braganza, de la Peña Dale Boca, y ante un público muy numeroso llevó a cabo una conferencia bajo la modalidad dialogada, para proyectar luego el film Nordeste, que fue la primera película en la que trabajó como actor.
Contó al principio de la entrevista radial que fue a través de los eventos TEDx y particularmente a través de una invitación de Daniel Cerezo (Músico y psicólogo social. Trabaja para generar nuevos espacios de oportunidades y vínculos entre instituciones, comunidades y personas de diversos orígenes, a partir del concepto de que todos tenemos capacidad para ser líderes de nuestro propio proyecto), “quien me invitó a que cuente mi historia de vida. Accedí sin darme cuenta de todo lo que hice; empecé a ver todo lo que había hecho y es muy loco lo que pasa con la gente cuando escucha mi charla”.
Ignacio Giménez viene de una familia numerosa, “diez hermanos, ocho mujeres y dos varones. Mis padres son de la provincia –refiriéndose al interior del país- cuando yo era chico vivía en una villa en José León Suárez, en la provincia de Buenos Aires. Un día hubo una inundación y mis padres perdieron todo, perdieron la casa y se quedaron en la calle. Tuvieron que usurpar un terreno en otro lugar, en Boulogne, que es donde yo me crié. Mi papá hizo su casa, muy precaria, porque no tenía dinero, con dos habitaciones, en una dormían mis padres y en otra todos mis hermanos juntos. Algunos compartíamos cama porque no teníamos donde dormir. Tengo recuerdos que no la pasamos bien, pero mis padres siempre trataron que fuéramos felices con lo poco que teníamos. Eso fue mi infancia”.
Colegio, iglesia y fútbol “era mi rutina armada. Eran las tres actividades que yo hacía durante el día. Mis hermanas, en vez del fútbol iban a una fundación, que quedaba a dos cuadras de casa, donde usaban el arte como transformación social. Yo a la fundación no iba porque mi papá me decía que no tenía que ir, porque ahí iban las mujeres”.
Pero un día, en la fundación convocaron a todos los chicos del barrio a un casting para una película, para actores y no actores. “Fueron todos los chicos del barrio, pero yo no, porque decía que no era actor, y además porque mi papá no me dejaba. Como fueron todos, me vinieron a buscar para que fuera”.
El casting estaba comandado nada más y nada menos que por María Laura Berch (una de las más prestigiosa coach de actores de nuestro país), quien propuso jugar juegos teatrales. En ese momento, Ignacio Giménez –de 14 años- le dijo que a lo único que sabía jugar era al fútbol. María Laura insistió, “me dijo que con el teatro podía jugar a ser otro. Esa fue una frase que a mí me impactó: jugar a ser otra persona. Yo me enganché mucho con lo que habíamos hecho. Y salí diciéndome que me iba a anotar para hacer teatro”, recuerda hoy Ignacio Giménez. Pero en la ficha de inscripción, venía un agregado: tenía que tener la autorización de sus padres. Ignacio recuerda que “en ese momento tomé como varias decisiones: la primera enfrentar a mi viejo, y decirle que me había dado cuenta que hacía fútbol porque mi papá me llevaba, que iba a la iglesia porque mi mamá me decía que tenía que ir. Era la primera vez que tomaba la decisión en algo que yo quería hacer. Cuando fui a mí casi y habló con mi papá pasó todo lo contrario a lo que yo pensé que iba a pasar: mi viejo me miró, me dijo que él lo único que quería era que yo terminara el secundario. Soy el único de mis diez hermanos que terminó la secundaria. Esto fue para mí importante, fue devolverle a mi papá ese apoyo que él me dio para hacer teatro”.
Fueron pasando distintas etapas en el casting, “hasta que un día me llama María Laura y me dice que había quedado seleccionado para filmar la película Nordeste. ¡No lo podía creer! Me explicó que mi personaje era el de Martín, un chico que vive en el campo, solo con su mamá, algo completamente distinto a lo que era mi vida. Me acuerdo que lo que hice fue jugar a ser algo que no era en la vida real. La película se filmó en Formosa, tuve que viajar en avión, estuve en un hotel 5 estrellas, había piscina, gimnasio. En el desayuno había frutas. Empecé a vivir cosas que yo nunca antes había visto ni vivido. Me acuerdo que ese sueño duró dos meses y medio. Cuando se terminó de filmar regresé a mi casa, a compartir el cuarto con mis hermanos, volver a mi rutina. Me acuerdo que cuando volví, me dije que quería ser actor. Pero no para vivir en un hotel cinco estrellas. Esa película (Nordeste), me demostró que uno puede trabajar y vivir de lo que a uno le gusta. En esa película los maquilladores, los vestuaristas, los cámara, el director, los que manejaban el camión, todos, disfrutaban de su trabajo. Para mí, en ese momento, trabajar era algo totalmente distinto: mi papá trabajaba de albañil, algo que a él no le gustaba, pero bueno tenía una familia, y no disfrutaba de su trabajo. Yo me dije, ´quiero disfrutar de mi trabajo’”.
Mientras trabajaba para sostenerse, siguió estudiando teatro. Llegaron nuevas oportunidades de filmaciones, de hacer obras de teatro, conoció a Cintia, su mujer y madre de su niña. Tenía 19 años Ignacio, cuando se entera que va a ser papá. Sabe que tiene ahora frente a sí el desafío de una familia, por ende, necesitaba un trabajo que le permitiera sostenerla. A partir de entonces, su pasión por la actuación, la conjuga con esta premisa que considera sustancial. Si lo que está haciendo en la actuación no le alcanza para vivir y sostener a su familia, busca un trabajo que no le coarte la posibilidad de seguir incursionando desde lo actoral. Esto es lo que se desprende del relato de este joven actor, que ha estado, con apenas 25 años en exitosas producciones para el cine, y también para televisión: “El puntero”, “Condicionados”, “Vecinos en guerra”, “Las puertas del cielo”, “La boleta”, “Una semana solos”, y el film “Llámenme Francisco” junto a Rodrigo De La Serna, aún sin estrenar.
Actualmente está llevando adelante una fundación “Barriarte”, en el barrio La Cava, en Buenos Aires, donde propone el teatro como un medio para la expresión de niños y jóvenes.
Aclara Ignacio “no soy millonario” a pesar todo lo que ya ha trabajado en teatro, y explica que entre las 9 de la mañana y las 6 de la tarde, trabaja en una distribuidora, como supervisor de una de las secciones de la empresa, con seis personas a cargo. Pero sus empleadores, le permiten faltar o salir unas horas antes, cuando tiene que hacer frente a un compromiso actoral.
Lo que enseñó este joven actor en su paso por Coronel Suárez, fue la importancia de seguir los propios sueños, de asumir las responsabilidades por el propio crecimiento, y de bregar siempre para trabajar en lo que te hace feliz. Y lo que dice lo sostiene con el ejemplo de su propia vida.

 
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