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Profesora Claudia Acosta.
Destacó permanentemente el vínculo con todos sus alumnos.
Habló de la necesidad de replantear, insistir, interrogar, acordar y discutir antes que obedecer.
Dejó una trayectoria impecable.
Ha sido una constante capacitadora, quien asumió con gran responsabilidad su labor docente.

Rodeada de sus colegas, seres queridos, autoridades de la Unidad Académica en todos los niveles, un salón de actos colmado de jóvenes alumnos que tenían delante de si a una figura que ha contribuido notablemente en todo el proceso educativo, porque siendo joven la Profesora Claudia Acosta llegó con su flamante titulo obtenido en la Universidad de Mendoza y comenzó a transitar las aulas.
El miércoles fue el momento de observar y advertir nítidamente que había llegado el momento de la cosecha, después de una siembra fructífera, con alegrías y sinsabores, por eso nadie mas elocuente que la Profesora Nancy Schwindt, Regente del Instituto de Formación Docente Nº 160, para despedirla al decir: “nos enseñaste que ser educador es ser optimista porque educar es también tener la capacidad de aprender del otro. En ese deseo de aprender nos enseñaste que las personas que comparten su conocimiento son mejores. Nos enseñaste que la educación es una rebelión y también un acto de coraje, de fe y de amor. Nos enseñaste también que los libros no enseñan el tamaño de la esperanza que los docentes ponemos en cada uno de nuestros alumnos”.
“El mensaje que parece dejarnos Claudia es ‘tibios y mediocres abstenerse’”.
Claudia Acosta dejó, a pesar de la emoción y las lágrimas, un calido mensaje de despedida sin obviar definiciones sobre la educación, donde solamente podemos rescatar algunas líneas significativas, sobre todo cuando expresó: “no voy a olvidar el afecto que han tenido todos mis colegas durante toda mi carrera, pero quiero hacer una mención especial para mis alumnos: el sentido de la educación y la razón de ser del docente. He estudiado para brindarles lo mejor a ellos y he aprendido de ellos en base a sus preguntas, dudas y análisis. Cada hora de clase era una hora de aprendizaje a través del vínculo que establecí con mis alumnos”.
“Llegó el momento de hacer otras cosas; no me alejaré de la educación pero estaré presente desde otro lugar, con otros tiempos, sin compromisos ni presiones como las que implica la labor docente”.
Claudia Acosta estuvo acompañada de su padre Don Juan Carlos Acosta, uno de los vecinos más antiguos del Barrio Altos Balcarce, un ferroviario de las épocas de esplendor en el Barrio Rosario, un dirigente comprometido con aquella Junta Vecinal de años atrás que supo defender las luchas por el progreso de su barrio y que hizo todos los esfuerzos posibles para la educación y formación de su hija que tanto agradeció en el acto de despedida.
Su esposo Pablo Luna, su hijo, las mellizas ausentes porque estaban estudiando fuera de la ciudad, y sus cuñadas Marta y Teresa, sus sobrinos y otros allegados que representaron el querido grupo familiar en este día tan especial.
Claudia Acosta dejará su impronta en todo el sistema educativo, pero como persona además deja su sencillez y afectuosa presencia, como cuando llegó de Mendoza con su flamante titulo y Ricardo Wagner la designó Directora de Planeamiento de la Municipalidad de Coronel Suárez, creando un código de avanzada que planificaba un Coronel Suárez para el futuro.

 
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