Su padre; Feliciano, que había venido de Rusia junto a 4 hermanos, con el apoyo de su madre Ana Hait fundaron este comercio que vendía de todo.
Y de todo es comestibles, leña, artículos del hogar, vidrios y hasta zapatos.
Eran los años en que los artículos se vendían sueltos, “hasta el vino venía en bordalesas de 150 litros que se traían por tren desde Mendoza”.
Era el tiempo en que se anotaba en libreta “y los clientes pagaban cada año, después de la cosecha”, recuerda Oscar.
En aquella época se buscaba en Coronel Suárez, a la llegada periódica del tren, los diferentes productos, utilizando en viejo breque. Después, mucho después, pudo adaptarse un vehículo, entre ellos una camioneta Dodge, que es la que actualmente utiliza una vinoteca de Coronel Suárez.
Se hacían los pedidos en toda la colonia y al final de la mañana, o primeras horas de la tarde, se salía con el reparto.
Oscar Grunewald y todos sus hermanos comenzaron desde muy jóvenes a trabajar en el negocio.
Medio día de escuela y el otro medio día para ayudar en el reparto, hacer los mandados, ayudar a limpiar, a acomodara la mercadería o lo que fuese. Aprendiendo desde chicos que la vida se hace honorable a través del trabajo diario.