Es que son dos mujeres de una mente prodigiosa, que se mantienen informadas sobre el curso que toma el mundo, el país y la ciudad.
A doña Carmen le gustaba llegar hasta la Plaza San Martín, camino a la peluquería de Mariquita, para recrear la vista con los rosales que había en el lugar. Solía cortar algún botón recién abierto, cosa que hacía con el permiso de los empleados del lugar.
Ambas compartieron educación en el Colegio San José. Y desde entonces, al término de su jornada de peluquería, Mariquita iba hasta la casa de calle Lavalle de la familia Issaly, donde era esperada por Carmen, sus hermanas y su madre, para comentar las novedades de la jornada, quedarse a cenar y también a dormir.
Forjaron así una amistad inquebrantable de la que todavía disfrutan, para satisfacción de sus hijos y nietos.