Mariquita tiene 98 años y dice, rápido, cuando habla de su edad, que no quiere llegar a los 100, porque el mundo está muy cambiado, “y las generaciones nuevas se tienen que enfrentar a tantas cosas y son tan diferentes de lo que antes vivíamos, que me parece que no quiero verlo”.
Dueño de una memoria prodigiosa puede traer al presente, decenas de años después, detalles increíbles de las romerías españolas, vascas, italianas, que se armaban en los terrenos libres de edificación, donde ahora está el barrio Aramburu.
“Recuerdo cuando la señora de Santo Domingo, recorría las calles bailando, frente a los grupos que promocionaban las fiesta que se hacían en horas de la noche, en esos lugares donde había calles de tierra y la gente se divertía durante mucho rato, y sanamente”.
Recuerda los bailes de los altos de la Municipalidad: “que se hacían por acontecimientos especialísimos, donde se concurría a través de rigurosa invitación, y para el que las mujeres se preparaban con importantes peinados –no podía haber uno igual a otro- y con vestidos de fiesta”.
“Me gustaba bailar, integrábamos un grupo de chicas que no parábamos en toda la noche, en tiempos en los que la invitación a bailar de parte de los hombres venía con una seña a través de la mirada”.
“Las cosas han cambiado mucho con los años –dice Mariquita, dando cuenta que está plenamente informada de lo que pasa en el mundo- ahora parece que la gente no tiene tiempo de reunirse con amigos, entre familiares. Antes siempre nos hacíamos tiempo para tener una reunión de mujeres y hablar, no mal de los otros, sino contarnos lo que nos pasaban, compartir la lectura de libros y hablar de nuestras aspiraciones. Había otros tiempos, otros valores, con menos tecnología pero con más contacto sano entre las personas”.