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Benjamín Vicuña: "Estuve en Siria, hay una responsabilidad de todos con los refugiados"
A días de estrenar "Baires" junto con Germán Palacios y Sabrina Garciarena, el talentoso actor chileno habló con Infobae sobre la importancia del debate social que instala un personaje, su rol como embajador de Unicef y, como plantea la película, cuán lejos es capaz de llegar por amor

—¿Estás contento con el resultado de la película?
—El proceso fue intenso, fue bello. Fue de descubrir vínculos y relaciones con los compañeros. Estoy contento, porque la verdad es que no es fácil tener hallazgos de estas características. Encontramos una película que habla por sí sola, que es original, que es novedosa y que es valiente.
—¿Qué hace que aceptes un proyecto?
—Por un lado, el personaje, la historia, el elenco. Mis últimos proyectos han sido personajes que tienen un gran compromiso con la realidad. En el caso de Baires, quise tener un pequeño respiro: le puse más el cuerpo que el alma. Es una película que es más bien coral, que nos divertimos. En ese sentido, uno como actor puede tener esa libertad editorial de ir transitando por diferentes registros.
—Tu personaje llega a Buenos Aires acompañado por Trini (Sabrina Garciarena), los secuestran y para liberarla a ella te exigen que lleves 18 kilos de cocaína a Madrid.
—Sí, Mateo tiene 12 horas para llegar hasta allá y estando allá recuperar a su mujer. Él por amor haría eso y mucho más, pero en un costado racional se da cuenta de que puede pasar el resto de su vida en la cárcel y que quizás no va a recuperar a su mujer. ¿Por qué esta banda de narcotraficantes va a tener palabra? El tipo decide cortarla, hacer justicia por sus propias manos y ahí es donde esta comedia romántica se transforma en un policial.
—¿En qué te parecés a Mateo?
—Creo que el gran desafío era poder tener un capital de verdad, de credibilidad para no alimentar sospechas. También era clave que el personaje generara un nivel de empatía, de identificación con el público. Lo que tiene que experimentar el público es: "¿Qué te pasaría a vos si te secuestran a tu chica y tenés que jugártela por amor? ¿Lo harías? ¿Cómo lo harías?". En el fondo este es un pajarito, un hombre que anda así por la vida y tiene que empezar a vivir una vida de película. Tiene que encargarse, tiene que agarrarse a piñas. Tiene que vivir una vida que no le corresponde. Es un tipo bueno viviendo una vida de malo, y eso lo hace interesante. Es una fantasía recurrente en todos decir: "¿Qué pasaría si me pasa algo así de especial, algo al límite? ¿Cómo reacciono?".
—¿Qué te pasaría a vos si secuestraran a tu mujer y te mandaran a hacer algo similar a lo de este personaje?
—Depende. Si la quiero poco, me hago el boludo (risas). Si la quiero mucho, no. Si es un afecto, por amor yo creo que uno está dispuesto a hacer cualquier cosa. Por amor uno está dispuesto a hacer la locura del personaje y mucho más. De solo imaginarte que tu mujer esté secuestrada o que algún vínculo familiar corra ese peligro, yo creo que uno se nubla. Mateo no sé qué tan consciente es de lo que está haciendo. El tipo va para adelante, sabe que tiene 12 horas y se lleva el mundo por delante.
—Es un poco confiado en algunas situaciones.
—Sí, es medio confiado.
—¿Vos sos confiado en la vida?
—Soy un poquito confiado. Confiado, transparente y honesto. A veces me gustaría sospechar un poco más, dudar, desconfiar, pero es entrar en una dinámica en la que ya no le creo a nadie. Me ha ido bien así, siendo como soy. No he tenido grandes desilusiones, así que prefiero seguir así.
—Tu personaje decide no llevar la droga. ¿Vos creés que ante alguna situación podrías llegar a cometer algún ilícito?
—Es difícil meterle moral a un conflicto de estas características. Es difícil meterle ética cuando está en riesgo la vida de un ser amado. No quiero hacer apología de la violencia ni de la delincuencia ni mucho menos, pero yo como actor vivo poniéndome en el cuerpo de otro, hay que estar en el momento y vivir. Es difícil juzgar a alguien en esas circunstancias.
—La frase de venta de la película es: "¿Cuán lejos llegarías por amor?". ¿Te acordás lo más loco que hayas hecho por amor?
—Ni lejos de lo que le pasa a este personaje, pero sí he hecho más estupideces que cosas muy heroicas.
—A ver...
—Tomarse un avión y recorrer muchos kilómetros para estar apenas una noche con alguien y volverse. O hacer planteos que no conducen a ninguna parte. Cosas más vinculadas a la comedia romántica estúpida que a un thriller policial.
—¿Cómo es vivir en dos países?
—Es vertiginoso. Es como ampliar y abrir tu realidad.
—¿Cómo hacen con el colegio de los chicos?
—Están acá, en Buenos Aires.
—Estás trabajando con Unicef hace mucho tiempo.
—Sí, yo soy embajador de Unicef hace seis o siete años, es algo que me motiva y me gusta mucho.
—Te vi tuitear muy conmovido por el tema de los refugiados. ¿Te afecta mucho en lo personal?
—Por supuesto, como a cualquier mortal. Estuve en Damasco, estuve en Siria, conozco el conflicto y la verdad es que se me parte el alma: la situación de los refugiados, de los inmigrantes. Creo que hay una responsabilidad de todos. Es parte de los derechos humanos, de hacernos cargo de esta gente que está sufriendo muchísimo. Con Unicef tuve la posibilidad de conocer diferentes realidades. Estuve en Haití, estuve en África, también en Medio Oriente. Hay gente que está sufriendo, y sobre todo niños. A los niños hay que protegerlos, pero es responsabilidad de todos proteger los derechos de los niños.
—¿En qué momento nació esta vocación de participar en este tipo de causas?
—Se dio un poco de forma natural, heredado por mi vieja, que tiene todo un tema importante social. También estuve en un colegio que tiene un perfil y una definición súper marcada. Ya siendo actor encontré que el ser famoso podía tener una utilidad: poder ser un puente, un comunicador de las cosas que hacen falta y de lo más urgente, que es proteger a nuestra infancia, que es nuestro futuro en el fondo.
—¿Por qué creés que siguen pasando estas cosas?
—Porque van a seguir pasando, pero también está en nuestras manos poder tratar de tener el mundo un poquito mejor. Parece que son cosas gigantescas, pero se puede. No sólo como Unicef, haciendo documentales o campañas, sino también cambiando tu realidad más cercana. Muchas veces tus vínculos, tu entorno, tu grupo de trabajo. Hay pequeñas cosas: la señora de la esquina, que tiene un chico que está ahí de cartonero. Hay pequeñas cosas que se pueden hacer en el día.
—¿Por qué nos horrorizamos con la foto de Aylan Kurdi y a veces pareciera que no se ven cosas que pasan tan cerca?
—Es que yo creo que los que nos horrorizamos somos, justamente, la gran comunidad. Ahora en España se movilizó toda la comunidad. El problema son los mandatarios, muchas veces los gobernantes. Hay una cosa de sentido común que se instala en términos de querer, cuidar, respetarnos y tender una mano a la persona que está sufriendo. Pero luego muchas veces no se traduce a que los gobernantes ejerzan y conduzcan el país para que existan políticas más generosas, solidarias en relación con la migración. Y también con tantos otros temas.
—¿El terremoto de Chile cómo te impactó?
—Una vez más, los que más sufren son los que menos tienen. A mí me preguntaban mucho: "¿Tu familia cómo está?". Mi familia, gracias a Dios, está bien, pero se te parte el alma al ver a muchas personas con sus pymes, con sus empresas, que se les cae todo y tienen que volver a empezar de cero, pierden todo lo material. "Bueno, lo material". Sí, bueno. Aparte, 15 personas murieron. El costado positivo es que la gente se va poniendo dura, se pone luchadora, valiente. Pero, por otro lado, uno dice: "¡Basta! ¿Hasta cuándo?". El terremoto del 2010 me tocó trabajando. Yo estaba haciendo una serie en Madrid. Eso fue peor aún, fue una debacle, un maremoto, murieron muchas personas y, además, no hubo comunicación. Ahí fueron horas, casi un día completo, de mucha ansiedad y mucha angustia a la distancia.
—Culturalmente, ¿cómo ves a la Argentina comparada con Chile?
—Ustedes tienen que quererse un poco más, es un tremendo referente cultural. Ni hablar el teatro, lo que está sucediendo, ¿verdad? Lo que es Corrientes, el teatro independiente, lo que es la dramaturgia, los nuevos creadores, el cine. Lo que está pasando hoy con el cine no es casualidad. Tiene que ver con un fomento, una subvención, con creadores, con directores, con un reconocimiento internacional y con el público. Lo que está pasando, cómo está acompañando el público. Con Baires espero que también sigamos esta tendencia de que la gente llene las salas. Porque la gente quiere el cine local. Es admirable y entrañable.
—Viene Baires este jueves y en noviembre La memoria del agua.
—Sí. Son dos películas a las que les tengo mucho cariño. Es maravilloso que se me esté dando la posibilidad de poder estrenar acá en Buenos Aires.
—Dos películas bien distintas. Baires decías que fue un poquito un "refresco" después de una película tan intensa para vos como La memoria del agua.
—Sí, fue un refresco. Fue volver a la acción. Hice una serie que se llama Prófugos, para HBO. Es un género que me encanta, he estado como pescado en el agua.
—Estrenaste también en estos días El bosque de Karadima en Chile, que tiene que ver con una situación de abuso.
—Justamente, habla del abuso de poder, del abuso sexual en la Iglesia. Una historia de dependencia, de amor, de abusos, terrible. Más allá del éxito, lo importante es que se generan y se instalan temas. Así como hoy son los Puccio, en Baires se instala el tema de las mulas. En ésta se habla sobre el abuso de poder y sobre el abuso sexual en la Iglesia, que no es menor.
—Si te encuentro dentro de cinco años y todo salió fantástico, ¿cómo te voy a encontrar?
—¿En cinco años más? Espero que me encuentres orgulloso. Es difícil hacer un pronóstico, pero espero no arrepentirme de nada.
—Si te regalan la posibilidad de tener una charla de dos horas con cualquier personaje de la historia, de la actualidad, de cualquier lugar del mundo, ¿con quién sería?
—Creo que con Jesús. Independientemente de la religión, es un tremendo referente de humanidad, de comprensión, de perdón, de sabiduría. Y para saber la verdad.
—¿Qué le preguntarías?
—Qué fue lo que pasó. Le preguntaría cosas que tienen que ver con el más allá y el más acá, cosas que tienen que ver con la fe, con los lugares.
Fuente: Infobae.

 
 
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