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Celeste Fernández se despidió de la actividad docente.
“Lloré muchísimo porque el acto fue muy emotivo, muy al estilo de la Escuela Nº 12, en el patio, con un sol maravilloso. Estuve acompañada de mis compañeros, las autoridades del Consejo Escolar, un Inspector. Y de los afectos más primarios estaba mi maestra de primero, segundo y tercer grado, la señorita Gladys, es decir, la persona que me enseñó a leer y escribir; y además tuve la bendición que me acompañó mi madre”.

Fue maestra de grado, Secretaria, Vicedirectora y Directora. Eligió para cerrar su carrera docente la dirección de la Escuela Nº 12 y, como ella dice, cada nueva escuela es como un nuevo novio del que hay que enamorarse. De esta escuela puede decirse que se enamoró bien rápido y perdidamente.
En cinco años que estuvo al frente de la dirección entregó toda su pasión y reconoce que aprendió muchísimo de sus pares docentes, de todos los alumnos y de la comunidad.
En la despedida debió caminar por una alfombra con las huellas de pisadas que marcaban los pasos de los más de 100 alumnos que tiene el establecimiento.
“Estos últimos cinco años de labor docente han sido muy intensos, la manera ideal de terminar mi carrera, en un lugar que me hizo crecer en los últimos años, no solamente en la profesión sino como persona. Todas las escuelas en las que he estado me han marcado de una manera muy especial, pero en esta última etapa de mi carrera, en una escuela de jornada completa, donde pasas muchas horas del día con los chicos, con los compañeros docentes, con la comunidad, porque funcionamos de 8 a 16 horas, es una convivencia muy intensa, donde además de lo pedagógico se siente que la profesión es una misión. Una misión muy importante porque el rol que cumple un educador en una escuela de jornada completa, estando tantas horas juntos, involucrados también con la comunidad, permite ir más allá de lo pedagógico. Tantas horas y tantos momentos compartidos en la jornada cotidiana permite ver y estar en contacto con los chicos y las familias de una manera muy cercana”.
Por supuesto que es difícil la quietud en la jubilación, el no concurrir a la escuela: “verdaderamente sí, este último mes ha sido de emociones encontradas. Uno decide que ha llegado su tiempo para jubilarse, es la edad, es la carrera transitada, con la sensación de la misión cumplida. La palabra jubilación viene de jubileo, que etimológicamente significa alegría. Es una alegría en sí. Pero en el último tiempo he estado con la emoción a flor de piel, llorando mucho, realizando actividades con los nenes y mis compañeros, más cercanas aún todavía”.
“Ayer (por el día de la despedida) lloré muchísimo porque el acto fue muy emotivo, muy al estilo de la Escuela Nº 12, en el patio, con un sol maravilloso. Estuve acompañada de mis compañeros, las autoridades del Consejo Escolar, un Inspector. Y de los afectos más primarios estaba mi maestra de primero, segundo y tercer grado, la señorita Gladys, es decir, la persona que me enseñó a leer y escribir. Y además tuve la bendición que me acompañó mi madre, que es la persona que me regaló la vida, el regalo más maravilloso y quien fue mi ejemplo de vida a seguir. Si algo he hecho de bueno en la vida es gracias a esa primera educadora que es mi mamá. Fue un día de muchas emociones, donde lloré mucho, pero fueron lágrimas lindas, de ver que algo bueno hice, que alguna huella he dejado. Había pedido que no me hicieran acto, porque me parecía que me tenía que ir en silencio, como llegué a la educación, pero mis compañeros y los alumnos me quisieron hacer esta fiesta, que fue un agasajo hermosísimo” concluyó la docente Celeste Fernández, quien se acaba de acoger a los beneficios jubilatorios.

 
 
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