Hace 21 años atrás Marta Montalbetti tomó una decisión que no era muy habitual para la época. En el marco del enorme dolor que implicaba la muerte cerebral de su hijo, que había tenido un accidente, decidió la donación de sus órganos para que esta vida que se iba pudiera prolongarse en otras vidas. Esa decisión que entonces tomó se la tuvo que explicar a sus otros hijos y a toda su familia. Habló con un médico amigo, se asesoró con los profesionales que atendían a su hijo y que le habían informado que su situación era irreversible. Como había pasado una semana de internación el órgano que del que se podía hacer una ablación era el corazón, que fue trasplantado a un hombre que entonces tenía 62 años.
Varios años después Marta llamó telefónicamente al INCUCAIBA, que, como se sabe, no revela los datos de la persona que recibe el órgano; quería saber si el hombre que había recibido el corazón de su hijo todavía vivía, quería saber si el corazón de su hijo seguía latiendo.
A los dos días le devolvieron la llamada del organismo para informarle que el hombre vivía y se encontraba en buen estado de salud.
¿Qué tiene que ver la historia de Marta con Coronel Suárez? Esta mujer vive en la misma ciudad que Blanca, la madre del Dr. Cristian Goya.
Eran apenas conocidas hasta que las circunstancias de la vida confluyeron para que ambas, en su rol de madres, terminaran siendo las dos caras de una misma moneda. Una por ser madre de un donante de órganos, la otra por serlo de quien recibió un trasplante. Ahora son amigas, están juntas en una noble cruzada: difundir la importancia de la donación de órganos.
Ambas vivieron este año en Mendoza los torneos nacionales de personas trasplantadas. Y compartieron hace pocos días atrás los Juegos Mundiales para Trasplantados, en Mar del Plata.
Una gran emoción siente Marta cuando ve los rostros, la energía y la salud restituida en las personas que han recibido trasplante de órganos y llevan una vida plena. Tanto en Mendoza como en Mar del Plata, viendo los rostros de 300 personas en una oportunidad, y de más de 1.200 personas de todo el mundo en la otra, siente que está mirando en cada uno el rostro de su hijo. Como si cada uno de ellos fueron sus hijos. Siente que la vida de ese hijo que murió con apenas 20 años en un accidente de tránsito dejó una huella. Y con la labor de promoción de la donación de órganos en la que está tan comprometida, desde entonces, multiplica esa misma huella cuando con cada nuevo trasplante es posible asegurar años de vida para muchas personas.