Es una joven jubilada de la docencia. El 1ero de abril de este año dejó su labor de maestra jardinera luego de 34 años de actividad. Empezó a ejercer como docente en la Escuela Parroquial Santa María, mientras tanto seguía estudiando la carrera de maestra jardinera, en tiempos en los que primero se debían formar como maestras de primaria. Tenía entonces 20 años. Los 34 años de docente los desempeñó entre Santa María y el Colegio San José.
“Estoy muy contenta en esta nueva etapa”, dice ante la consulta, “jubilarse viene de jubileo y ¿qué es?: alegría, gozo, celebración. Así me siento yo. El año pasado, cuando tomé la decisión de jubilarme y lo conté primero en mi familia, recibí el apoyo de mis hijos y de mi marido, y cuando empecé con todo esto me di cuenta que era el momento justo para hacerlo. Me voy bien. Me voy contenta, creo que he dejado mi impronta en el jardín. Y todos, cuando les comuniqué la noticia, me dijeron ¡que pena! Cuando uno siente que a los otros les da como lástima que te vayas es como que tu papel todavía es bueno. Entonces es el momento justo de retirarme, irme contenta, bien feliz, sintiendo el apoyo de tus pares que se manifestaran con nostalgia por mi partida. Eso es irse con la frente alta. Es bueno irse bien, contenta y que todos manifiesten extrañarte un poquito”.
Madre de 7 hijos, muchas veces le dijeron que en su casa tenía la práctica de lo que luego hacia en sus clases. Analía siempre sintió que el tiempo en el jardín de infantes era como un pequeño recreo de sus labores en su casa.
“Jamás me cansé de los chicos. Creo que ese rato que salía, lejos de ser una carga, sentía que en esas horas los hijos que estaban en la sala no eran los míos, por eso los podía disfrutar de otra forma”.
El viernes fue la despedida oficial de Analía en el Jardín del Colegio FASTA San José, en un cálido homenaje que le hicieron a esta querida docente.
Se fue agradeciendo todas las muestras de cariño recibidas y diciendo que “las maestras aprendemos. Aprendemos, primero de los chicos, porque con su sencillez, porque se muestran tal cual son, uno aprende el valor de la espontaneidad. Después se aprende de los papás, porque todos son distintos y uno va tomando de cada uno de ellos. Uno aprende también de sus compañeras, porque cada una tiene sus virtudes. También se aprende uno mismo de los errores y los aciertos, porque ante una situación límite uno se pone con todo lo que tiene y trata de resolverlo. La tarea docente no es una tarea de enseñar, es más bien una tarea de aprender”. |