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Entre Scioli y Randazzo, el kirchnerismo en su último 25 de mayo

Así despidió el kirchnerismo su último 25 de mayo, a doce años de la asunción de Néstor Kirchner. Para entender el termómetro K que se vive por estos días hay que apelar al hit más entonado anoche, en el festejo patrio de la Plaza de Mayo: "Para el proyecto, la reelección". Una adaptación un tanto más amplia del tema que hasta no hace demasiado ensalzaba la militancia oficialista, cuando la finitud de Cristina Kirchner parecía no tener límites. "Para Cristina, la reelección", cantaban entonces.

Entre la despedida y la algarabía de un proyecto político que amaga con volver a reinventarse en cualquiera de sus vertientes, el clima que reina ahora entre la dirigencia oficialista es el de la certidumbre, con la dosis de tensión propia de una Presidenta que todavía no termina de definir a su sucesor. Entre Scioli y Randazzo, esa es la cuestión.
Fue, al menos, la disyuntiva que se instaló desde temprano en la carpa blanca instalada a la derecha de la Casa Rosada, en las puertas de la central del Banco Nación, en la que confluyeron la mayoría de los dirigentes del Frente para la Victoria hasta que se acomodaron en las gradas del escenario montado al frente de la Casa de Gobierno.
Antes de eso, el gabinete en pleno se dio cita en el Tedeum de Luján, dominado por la disputa entre los dos aspirantes oficiales a suceder a Cristina. La versión recogida por Infobae es que Randazzo y la primera dama bonaerense, Karina Rabolini, se abrazaron frente a los flashes justo después de una semana plagada de entredichos, entre la frase del ministro del Interior y Transporte frente a los intelectuales de Carta Abierta y el improvisado llanto de Rabolini en "Animales Sueltos", por América. Pero el abrazo quedó solo en la foto. Según las fuentes, la mujer de Scioli se disculpó por suponer que la frase del ministro había sido para el gobernador, y Randazzo dobló la apuesta: le respondió que la disculpaba, pero que esperaba sus disculpas públicas.
La competencia, cruel por ahora, entre Randazzo y Scioli parece ser la consecuencia de la estrategia oficial, según comentaban anoche entre los dirigentes que acompañaron el festejo patrio. Es lo que se esparció en el Patio de las Palmeras, el sitio en el que los invitados confluyeron antes del discurso presidencial. Allí sobraron las versiones.
Las más insistentes daban cuenta de la necesidad de Cristina de inflar a Randazzo para que Scioli no supere tan holgada la primara del Frente para la Victoria. "Como hizo Macri con Michetti y Rodríguez Larreta: una interna competitiva para captar la mayor cantidad de votantes posible", explicaba un intendente del Conurbano bonaerense. ¿La conclusión? Que la Presidenta apuntale lo más posible la figura de Randazzo para incomodar lo más que pueda a Scioli, y acortar la brecha, según la mayoría de los sondeos conocidos. Eso sí: en ese patio interno de la Rosada, se lo vio al gobernador bonaerense a los abrazos con los principales gerentes de La Cámpora.
Al peronismo K no le molesta la disputa entre el gobernador bonaerense y el ministro del Interior. Le molesta la indefinición. Necesitan algún trazo más fino que les despeje la incertidumbre.
Es el caso, por ejemplo, de un intendente de la tercera sección electoral del Conurbano bonaerense que pone en juego su pellejo y que en su distrito lo tiene a Scioli a por lo menos 15 puntos arriba de Randazzo. Lo prefiere al gobernador, quizá como la mayoría de los intendentes, pero no lo inquieta jugar con ambos. Reconoce, de hecho, que con Julián Domínguez y Aníbal Fernández de precandidatos a gobernador bonaerense, el cuarto oscuro del Frente para la Victoria tendrá ocho boletas. Ardua tarea la de los votantes K en la provincia de Buenos Aires.
Fernando Espinoza, de La Matanza, el otro intendente que todavía no se bañó de humildad, espera. Anoche, en las puertas de la Casa Rosada, el rumor era que la propia Cristina le había encomendado a Scioli la tarea de bañarlo a Espinoza. La otra ducha del gobernador sería para Martín Insaurralde, del que nadie sabe nada.
Por las dudas, Randazzo fue el primero en asomar ayer su pellejo. Pasadas las 16, cuanto todavía faltaban poco menos de tres horas para el discurso presidencial, y cuando ninguno de los principales dirigentes había llegado, el ministro irrumpió en la Plaza de Mayo y dedicó media hora en saludar a las primeras columnas que desde hacía rato habían atiborrado la Plaza de Mayo. "Kolina", "Unidos y Organizados", "La Cámpora" en su versión Entre Ríos y "Tupac Amaru", las cuatro organizaciones que coparon las primeras filas contras las vallas, al frente del escenario. Randazzo recorrió todo el cerco perimetral, de derecha a izquierda de la Rosada: tardó media hora en saludar casi uno por uno a los militantes. "En la militancia ganamos mil a cero", se ufanaban los asesores del ministro. Un dardo envenenado a Scioli. "Se siente, se siente, Randazzo presidente", devolvieron, con cortesía, los militantes. El ministro, exultante.
Los diputados Carlos Kunkel, Roberto Feletti y Héctor Recalde, y el ministro Agustín Rossi fueron los primeros en mostrarse, después de Randazzo. Rossi se olvidó la escarapela: recién pasadas las 17.30 se le acercó una asistente, que le colocó una en el costado izquierda del swetter azul.
Al rato llegaron Gabriel Mariotto y Fernando "Chino" Navarro. Entraron juntos a la Casa Rosada, por la reja del costado derecho, por donde entraron casi todos los asistentes, entre gobernadores, intendentes, funcionarios y dirigentes. El ministro Axel Kicillof llegó minutos antes de las 18, de la mano de su mujer. Se fotografió con todo lo que encontró a su paso. "¡Es petiso!", se sorprendió una de las mujeres que posó junto a él. Al rato, José Ottavis, uno de los miembros de la cúpula de La Cámpora, irrumpió algo perdido: campera de cuero, chalina al cuello y remera con la inscripción "Néstor Vive". Se perdió entre el vallado y la multitud, y tuvo que volver sus pasos para encontrar la entrada a la Rosada.
Al rato, apareció Cristina en el escenario. Sorprendió su hija Florencia, embarazada: la Presidenta recordó a sus "nietos" en el tramo final de su discurso. Y sorprendió el vicepresidente, Amado Boudou, con una campera Nike mezcla de celeste y blanco que no lo dejó pasar desapercibido.
Alguna vez, además de sus múltiples desprolijidades y los expedientes en su haber, la historia le reconocerá a Boudou su perseverancia. Fue el único que saltó en el escenario cuando la militancia entonó el clásico "el que no salta es de Clarín", y el único que, cuando todos se habían ido, enfiló hacia la multitud y saludó a los que todavía disfrutaban del show de Plaza de Mayo. Un audaz. O, en todo caso, lo único que le queda.
En lo que si coincidieron varios dirigentes al final del discurso de Cristina es en que a la Presidenta se la vio nerviosa. "No fue lo mejor de la Presidenta", respondieron, al unísono, a Infobae. Son los nervios propios de un proyecto que se acaba. Y la certidumbre de que puede seguir, aunque nadie arriesga cómo.
Fuente: Infobae.

 
 
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