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El coronel mayor Lautaro Giménez Corbalán, acompañado de uno de los solados que en Malvinas le salvó la vida.

 

Otro acto heroico en pleno conflicto bélico del 82.
“Lo que hemos vivido esta tarde y lo que estamos viviendo es algo muy lindo, es una caricia al alma que estamos teniendo”, dijo el coronel Corbalán, para agregar que “Teodoro Flores es mi hermano de la guerra, es uno de los dos soldados que me salvan la vida. Además el compartió conmigo la trinchera de todos los días de la guerra. Estábamos juntos todo el tiempo. Él era mi radio operador. Tenerlo hoy conmigo y que él haya visto todas estas muestras de afecto, me pone muy contento. Yo me siento muy emocionado y muy feliz que él haya podido acompañarme también en esta oportunidad”

El sábado, compartiendo la particular jornada patriótica, de carácter religiosa, pero sobre todas las cosas, muy emotiva que se vivió en el Parque Héroes de Malvinas, estaban muchos ex combatientes de la guerra contemporánea que tenemos en la historia de la República Argentina.
Dos de ellos fueron el ahora coronel mayor Lautaro Giménez Corbalán, y Teodoro Flores, soldado en aquel combate, quienes formaban parte en oportunidad de la Guerra de Malvinas, del Regimiento 4. Ambos son amigos.
Muchas veces recorren diferentes puntos del país, para dar charlas en colegios, y convocados por diferentes instituciones. Flores vive en Corrientes, Corbalán vive ahora en Buenos Aires.
Los años transcurridos, no enfriaron la amistad, la hicieron más fuerte, porque fue gestada, en los días y noches de mucho frío, donde se prometían cuidar, y si fuera necesario arriesgar la vida por el otro.
“Lo que hemos vivido esta tarde y lo que estamos viviendo es algo muy lindo, es una caricia al alma que estamos teniendo”, dijo el coronel Corbalán, para agregar que “Teodoro Flores es mi hermano de la guerra, es uno de los dos soldados que me salvan la vida. Además el compartió conmigo la trinchera de todos los días de la guerra. Estábamos juntos todo el tiempo. Él era mi radio operador. Tenerlo hoy conmigo y que él haya visto todas estas muestras de afecto, me pone muy contento. Yo me siento muy emocionado y muy feliz que él haya podido acompañarme también en esta oportunidad”.
A su turno, Teodoro Flores, indicó que estar “muy contento, con una alegría enorme que nuestro pueblo nos siga apoyando en lo que es la gesta de Malvinas. Con mi jefe Lautaro Giménez Corbalán nunca perdimos contacto en estos años. Yo a veces le digo “mi subteniente” (el grado que entonces tenía, recién egresado de la escuela de suboficiales del Ejército). Yo coseché en él un hermano, como siempre le digo. Con nosotros fue buenísimo. Estuvimos siempre juntos, en la misma carpa, lo que pasé yo pasó él. Frío, el estar en una guerra”.
El suceso en el que Flores y otro soldado, Salvatierra, le salvan la vida a Corbalán, se produjo cuando la sección se iba replegando, en una madrugada, “rumbo al pueblo, por el ataque que nos estaban dando los ingleses. Teníamos que replegarnos hacia Monte William. El lugar estaba todo minado. Haciendo punta en el repliegue, el subteniente cae herido. Uno piensa lo peor. Él cayó, quedó sin conocimiento. Entre las minas era difícil de sacarlo. Pero no lo íbamos a dejar ahí. Siempre habíamos hablado de eso, él no me iba a dejar a mí ni yo a él. Así que con el solado Salvatierra, que no dudó tampoco, lo sacamos de ese lugar, para llevarlo a un puesto de socorro que estaba cerca. Después supimos que las heridas no revestían gravedad. Fue difícil, porque los ingleses venían detrás de nosotros”, relató el ex combatiente Flores.
“Lo que él no dice”, intervino el ahora coronel mayor “que para poder rescatarme a mí, ellos arriesgaron su propia vida. Y ese es el valor superlativo del gesto de Teodoro y de Salvatierra, que se arriesgan por mí”.
Preguntado el Corbalán –que ha escrito, “uno de los libros mejores sobre Malvinas, Malvinas en primera línea”, según lo calificó Oscar Teves, al presentarlo luego en una conferencia de prensa- en torno a cuánto duele la guerra, considerando incluso que el entonces subteniente tuvo varias bajas en su sesión, respondió que “nuestro sección, e 45 hombres, tuvo 6 muertos, con más de 15 heridos, entre los que me incluyo. Malvinas duele, pero creo que no debe quedar en el dolor, porque esa es la sensación que han intentado imponernos aquellos derrotistas de todos estos años, que no han visto la magnitud ni una imagen mucho más serena y orgullosa de la gesta, sino que se han quedado con la imagen del dolor, que obviamente toda contienda tiene. La guerra es una catástrofe de la condición humana, pero cuando viene, no queda otra alternativa que pelear. En este caso, nuestro pueblo se tiene que sentir orgulloso porque esta parte de los soldados argentinos, pelearon y pelearon bien. Al punto tal que le hicieron frente no a una potencia, sino a una potencia de primer orden, con el apoyo prácticamente del resto del mundo”.
Agregó además que “uno va a la guerra por la patria, la decisión de ir al combate, a la guerra es por la patria, por el sentido de patria que engloba todo. Pero después termina uno peleando por el que tiene al lado, que en definitiva es la síntesis de la patria. Nos aferrábamos mucho a la camaradería. En la guerra no todo el tiempo se está triste, se hacen bromas, se hacen chistes. Porque hay que sobrevivir el día a día. Uno se vuelve un sobreviviente de una situación extrema, donde se ve lo peor de la condición humana y lo mejor de la condición humana. Y la fe también tiene un gran papel. Mientras podíamos juntarnos todos, rezábamos una decena del Rosario. Yo fui siempre un hombre de fe, pero nunca fui un ferviente practicante. Hoy les digo a todos aquellos que están en peligro que recen, porque el mejor bálsamo por las situaciones difíciles de la vida es el rezar. En las trincheras no hay ateos. Creo que hasta el Rosario lo rezaban hasta los evangelistas que estábamos en esa trinchera. Mientras podíamos lo rezábamos todos juntos. Después, ya no podíamos hacerlo todos juntos, pero cada uno rezaba en su posición. Recuerdo que una noche, muy cansados, siento que Teodoro me dice “mi subteniente”, entre sueños le pregunto “¿Qué pasa Teodoro?”, me responde “nos olvidamos de rezar el Rosario”. Nos pusimos a rezar el Rosario, y luego nos dormimos en paz, hasta que los ingleses notaron que estábamos ahí”.

 
 
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