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Con gran emoción se produjo la ordenación diaconal de Diego Areán y Alberto Segui.

 

Presidió la celebración el Arzobispo de la ciudad de Bahía Blanca, Monseñor Guillermo Garlatti.
La Parroquia presentaba un aspecto expectante de fieles que colmaron el templo mayor.
Sacerdotes y Diáconos de toda la región acompañaron la ceremonia que estuvo impregnada de un alto tono solemne.
Los Diáconos consagrados compartieron la celebración con sus respectivas familias, lo que le sumó un contenido mas a la significativa jornada religiosa vivida en nuestra ciudad.

La Parroquia Nuestra Señora del Carmen registraba un clima especial porque llegaba la hora que se había esperado por parte de la comunidad religiosa de nuestra ciudad, la ordenación diaconal de Diego Areán y Alberto Segui, por lo cual el altar de nuestro templo mayor recibía al Clero de nuestra Arquidiócesis, que se dio cita presidido por el Arzobispo Monseñor Guillermo Garlatti.
En la ceremonia central de la ordenación diaconal Diego y Alberto recibieron el encargo de un servicio propio dentro del orden.
Como dijo el prelado celebrante: “es un servicio porque representa a Cristo como el que no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”. En la liturgia de ordenación se dice: “el Diácono está disponible para todos”.
Un diácono (del latín diaconus, «servidor») es considerado un servidor, un clérigo o un ministro eclesiástico, cuyas calificaciones y funciones muestran variaciones según las distintas ramas del cristianismo. En las Iglesias Católica, Copta y Ortodoxa se refiere así a aquel que ha recibido el grado inferior del sacramento del Orden Sagrado por la imposición de las manos del obispo, y por lo tanto se le considera la imagen sacramental de Cristo servidor, en virtud de la Sagrada Escritura que especifica: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10:45).
En estos días, y en vísperas de este acontecimiento religioso que se relacionó con dos vecinos de nuestra ciudad, se ha informado que en el Concilio Vaticano II se restableció nuevamente el diaconado permanente. Este tipo de diaconado puede ser conferido a hombres casados. El diácono permanente debe ser considerado hombre «probo» por la comunidad, caritativo, respetuoso, misericordioso y servicial. Es determinación del obispo exigir que sea casado, y en este caso, la esposa deberá autorizar por medio escrito al obispo la aceptación para la ordenación del esposo (requisito indispensable). Un diácono casado que pierde a su esposa no puede volver a contraer matrimonio, pero sí puede optar a ser presbítero. Quien es ordenado diácono siendo soltero se compromete al celibato permanente.
Solo el varón («vir») bautizado recibe válidamente esta sagrada ordenación. El sacramento del Orden confiere un carácter espiritual indeleble y no puede ser reiterado ni ser conferido para un tiempo determinado. Se le puede liberar de obligaciones y de las funciones vinculadas a la ordenación y hasta se le puede impedir ejercerlas, pero no vuelve a ser laico nuevamente puesto que, desde la ordenación, se considera que el diácono queda marcado espiritualmente de forma permanente (de allí el término marca o carácter).
Las funciones del diácono en la Iglesia católica son:
Proclamar el Evangelio, predicar y asistir en el Altar;
Administrar el sacramento del bautismo,
Presidir la celebración del sacramento del matrimonio
Conferir los sacramentales (tales como la bendición, el agua bendita, etc.)
Llevar el Viático (sacramento de la eucaristía así llamado cuando se administra particularmente a los enfermos que están en peligro de muerte) pero no puede administrar el sacramento de la unción de los enfermos.
Además, y siempre de acuerdo con lo que determine la jerarquía, puede:
Dirigir la administración de alguna parroquia;
Ser designado a cargo de una Diaconía;
Presidir la celebración dominical, aunque no consagrar la Eucaristía (lo cual corresponde a presbíteros y obispos).
Puede además efectuar otros servicios, según las necesidades específicas de la Diócesis, particularmente todo aquello relacionado con la realización de obras de misericordia, y la animación de las comunidades en que se desempeñan.
Las vestiduras litúrgicas propias del diácono son la estola puesta al modo diaconal, es decir, cruzada en el cuerpo desde el hombro izquierdo y unida en el lado derecho, a la altura de la cintura y sobre esta la dalmática, vestidura cerrada con amplias mangas, utilizada sobre todo en las grandes celebraciones y solemnidades.

 
 
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