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Y después de jubilada, ¿qué?

 

Una entrevista con Susana Leonhardt, que aprendió a disfrutar de esta etapa de la vida.

Podríamos consultar sobre el particular a un profesional de la psicología para hablar extensamente sobre la vida que antes se denominaba pasiva, y cuyo término merece reverse en vistas a los nuevos tiempos.
Porque hoy la jubilación no implica pasar de la actividad a la pasividad. Implica ni más ni menos que dejar una actividad con la posibilidad de dedicarse a otras, o a la misma pero desde otro ángulo, con menos horarios, más relajados.
O la oportunidad de explorar campos que antes no se tuvieron en cuenta, se dejaron de lado por falta de horarios y multiplicidad de obligaciones.
Pero mejor que consultar a un profesional es ver cómo se desarrolla la vida “pasiva” de alguien a quien conocemos desde hace tiempo.
Susana Leonhardt fue una docente apasionada, comprometida, que cumplió acabadamente con las expectativas que la sociedad puede poner en una profesión de este tipo.
Como Directora de la Escuela Primaria Nº 9, por muchos años, consolidó este establecimiento educativo en su propuesta pedagógica de alta calidad educativa. Y un día se jubiló.
Tanta pasión puesta al servicio de una actividad puede hacer pensar que la desocupación de las horas de una profesión que se lleva en el alma puede provocar un envejecimiento prematuro, desgano, o lo que fuere.
Pero en este caso no es así. Se la puede ver muy activa, feliz con la nueva ocupación de sus horas, incluso dedicada a una actividad impensada antes, la pintura.
Consultada por La Nueva Radio Suárez recordó que “la tarea docente la desarrollé con mucho gusto porque fue mi vocación. Cuando llegó el momento consideré que era una etapa que había cumplido y que había que darle el lugar a otra gente joven. Si bien al principio uno piensa que se sacó una mochila de encima, estaba contenta porque empezaba a disfrutar de otras cosas, llega un momento en que uno se pregunta ¿qué hago? ¿Cómo lleno mis horas? Intenté varias cosas: fui a inglés, a tejido, crochet, natación, yoga. Lo que más se extraña es la parte social, el contacto con la gente, el estar en grupo”.
Explica Susana que “un día, viajando en una combi, hablando con Zulma Etcheverry, con quienes había compartido seminarios como docentes, ella que es una excelente artística plástica me propuso que fuera al taller de Verónica Kenig. La verdad que no fue una materia pendiente en mi vida el pintar, creía que no podía hacerlo, realmente. No obstante un día fui, me tiré un piletazo. Me sentí tan a gusto con el grupo… Por supuesto que fui borrando con el codo lo que hacía con la mano, pero conté con una excelente profesora y encontré en la pintura algo que me aísla, realmente. Me pongo a pintar y estoy en otra dimensión. Me hizo muchísimo bien, me siento muy a gusto en el grupo, nos hemos denominado Magenta, nos integramos muy bien, no hay competencia, hay estímulo de una a la otra. Pintando me siento bien conmigo mismo, es como que pintando me encuentro”.
En el taller siempre se propicia la presentación de obras en diferentes concursos y exposiciones.
Susana ha obtenido premios en diferentes concursos de la zona. Obtuvo el segundo premio en Coronel Pringles en Pintura, en la muestra María Julia Vitali.
A los pocos meses, en Pigüé, obtuvo también el segundo premio en la categoría Dibujo en un concurso organizado en esa ciudad.
“No lo esperaba para nada y ha sido una gran satisfacción para mí, para mi profesora y para todo el grupo”, y finaliza diciendo que “siempre hay algo para hacer, no hay que quedarse, siempre vamos a tener momentos en que uno extraña un poco lo que hizo, pero hay que encontrarle la vuelta”.

 
 
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