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Como se pide.

¿Por qué aquí si (1976-1983) y porque aquí no (2015)?
Por Julio Zaballa.

Desde hace cinco años que el oficialismo local realiza en la localidad de Huanguelén el acto conmemorativo del acto delincuencial asesino del 24 de marzo de 1976 que en nuestra localidad tuvo tristes y lamentables hechos, particular y especialmente en contra del sindicalismo Peronista que me honro en pertenecer luego de cincuenta años de militancia.
Como uno de los actores sobreviviente de aquella época, he relatado en innumerables oportunidades desde el 2003, esos hechos y ¿Por qué aquí en Coronel Suárez?, sin tener respuestas de los autores materiales de la hostigación de aquel momento, que ya enumeré en reiteradas oportunidades, en forma escrita y en reportajes.
Sin menospreciar el merecimiento de las causas que se generaron en Huanguelén, que por otra parte expresé por escrito y en innumerables reportajes que me hiciera Tolo Bilbao y otros periodistas de la localidad de Huanguelén, considero que ellos, los mártires asesinados o sometidos, no tenían que ver con militancia local, sino posturas políticas que honraron con su vida o padecimiento, ignoradas durante muchos años, justamente porque se originaron en denuncias de vecinos de Huanguelén. De igual modo se recuerda la gesta de Malvinas y particularmente el sufrimiento de los jóvenes soldados, muchos de los cuales aun están esperando justicia de los abusos y castigos de sus superiores. Justicia que aun hoy les niega esa oportunidad. Pero ellos, los hoy mártires, nunca tuvieron motivaciones mas allá de someterse a la justicia y convocatoria militar, so pena de considerarlos desertores.
La persecución, la cárcel, el sometimiento y su correlato de vaciamiento de militantes y dirigentes que se diera en nuestra localidad sobre hombres y mujeres del sindicalismo Peronista, fue especial y particularmente por acciones militantes a favor de los trabajadores Suarenses, su familia y los sindicatos. Molineros, tamberos, empleados de comercio, papeleros, municipales, domesticas, trabajadores rurales, son algunos de los trabajadores cobijados por la CGT que naciera en 1969, con acciones que se encuentran relatadas en mis memorias que próximamente expondré, con documentos y fotos. Aquellos dirigentes que en 1969 enfrentaron desde la soledad y el desierto, una doctrina que aun se mantiene, que ostenta el sometimiento el temor y el miedo de la clase trabajadores para obtener una distribución de la riqueza que beneficie a una minoría. Estos hombres y mujeres de 1969 al 76, que llegaron a obtener hasta marzo de 1976 acciones y obras que fueron ejemplo. Hombres y mujeres que sostenían un ideario, una concepción de vida dedicada a la defensa del sometido, el sin voz ni justicia.
El sábado pasado vi una obra de teatro que relataba la situación de una trabajadora domestica. Más allá de la insuperable actuación de Carmen Valenzuela, el argumento me trajo recuerdos. En el setenta, nuestra lucha era contra las empleadoras que hacían pagar a las familias que les daban ayuda (recolectada por la caridad de la población) con los servicios que debían prestar en sus domicilios particulares, las mamás o las hijas. Luego vendría una larga lucha que recordaba el sábado, pero con la satisfacción de que este gobierno nacional les ha dado la justicia que se merecían, pero que no siempre reconocen, al igual que los trabajadores rurales.
A partir de 1976, aquí en nuestra ciudad, no se fue contra los empleadores, ni aun contra los profesionales, mucho menos contra los agropecuarios y menos aun contra el periodismo. Fueron directa y alevosamente contra el sindicalismo y hombres, mujeres que nos encontrábamos militando a favor de los trabajadores, justamente para lograr que estos, los trabajadores y sus familias, no tengan que someterse a nadie y pudieran reclamar derechos o quejarse de su situación ante su empleador, de cualquier índole que sea, domestica, rural, comercio, publico, etc. El 24 de marzo de 1976 fue el golpe mortal. Algunos que seguimos dispuestos a prestar nuestra ayuda a los trabajadores que nos la requerían a los que cuando “alguien” lo denunciaba ante la autoridad municipal o policial de que lo “vieron conmigo” se lo amenazaba con despedirlo o influir ante su empleador para que lo deje sin trabajo.
Luego mas allá en el tiempo y ya en el ministerio de trabajo, me encontré con hijos de aquellos trabajadores que en época del proceso asesino, me consultaran y se lo recordé a ese hijo, que nada sabía, nada le había contado, ni su padre ni su madre. Claro cómo le va a confesar a su hijo que tuvo miedo, que el miedo reinaba en la mesa de los trabajadores que los hacía someterse y humillarse. Debieron dejar su hombría y su valor y enterrarlo entre los malos recuerdos. Contárselo a sus hijos hubiera sido humillante para su autoridad. Como entendería un joven que ignoraba que había pasado en esos años, si nada se decía o nada se podía decir de aquello. Hoy pasados casi cuarenta años, aun hoy se niegan aquellos acontecimientos que duraron más de siete años.
Pero los que gambetean la historia con malicia o premeditación, no son totalmente culpables. Desde el oficialismo poco pueden recordar de aquella época, salvo el caso de Abot, que no fue por su militancia en nuestra localidad y mucho menos en el MPV. Ellos tienen otros motivos para minimizar el homenaje y llevarlo a la localidad de Huanguelén.
Ni En cuanto al Justicialismo local, les cuesta recordar los hechos de marzo del 76. También tienen sus motivos inconfesables.
Párrafo aparte merecen los trabajadores y sus representantes, los sindicatos. Un prurito les ocasiona recordar esta fecha tan caras a los sentimientos de las familias de dirigentes de aquella época y a la propia historia de sus organizaciones. Porque justamente la familia es la que más sufría, pues ellos acompañaban por amor y lealtad, la militancia nunca bien entendida de aquellos dirigentes. Mucho menos se explicaban porque debían estar presos o perseguidos por defender los derechos del trabajador.
Ellos, los que en Suárez adhirieron de pies y manos al golpe del 76, estaban y están catequizados, convencidos y claros de que es lo que querían y quieren cuando adherían al golpe de 1976 o en la actualidad a un candidato. De hecho lo demostraron en Noviembre de 1985 que sin vergüenza alguna y con total orgullo, dijeron “Gracias Militares” en una solicitada de orden nacional. Hoy se presentan en la sede del partido político que considera que defenderá sus intereses, al igual que lo hiciera Martínez de Hoz y luego Domingo Cavallo. NI más ni menos. Son coherentes- Van a las marchas con sus hijos y nietos, como para continuar la especie. Y hacen bien. Ponen la cara y exponen a su familia, su descendencia. Aspiran a la continuidad de la especie y hacen algo por ello. Apoyaron “Soy Nisman” y ni les interesa que sea un corrupto mas. Leen Clarín, La Nación, INFOBAE, y sus canales y radios sin interesarles que les mientan o tergiversen los hechos. No les preocupa buscar confirmaciones. Es lo que ellos necesitan para sus fines. Chochos están que ninguno de ellos refleje en sus páginas lo ocurrido el 24 en Plaza de Mayo, mucho menos en B. Blanca. Es lo que a ellos los alimenta y renuevan sus fuerzas. Ni les importa que estos medios estén involucrados en secuestros, evasión, lavado de dinero, Papel Prensa, fuga de dinero. Ni se les mueve una pestaña. Lo consideran que es en pago de lo mucho que hacen en favor de sus intereses. Pero ¿eso también lo siente un trabajador, un jubilado. Los sindicatos. Políticos, algunos de los la boleta que los contendrá, llevará la figura de Cristina, aunque les costará digerirla.
Pero nosotros, los sindicatos, trabajadores, jubilados, pensionadas, somos los zonzos o descuidados. Nos da vergüenza, urticaria, concurrir a marchas de adhesión a políticas a favor del trabajador. El “que dirán” les impide mostrarse, dar la cara, ser transparentes y mucho menos llevar a sus hijos y familia. Ni por joda se expondrían a una fotografía o filmación, mucho menos tratar o debatir en asambleas donde tendrá vos y voto, estos temas.
Por el contrario algunos trabajadores o dirigentes no tienen vergüenza de asistir a reuniones o fotografiarse con aquellos que buscaron y buscarán históricamente y actualmente, atender sus intereses y preconizar una democracia donde la minoría sea la que gobierne. Estos la tienen clara, están en lo suyo. Por defender sus intereses son capaces de ello y mucho más. Son capaces de adherir a algún movimiento político local y encontrarse que “ellos” también están presentes con vistas a defender sus intereses. Pero este trabajador no se da cuenta que si ese es el lugar de “ellos”, por contraposición, no puede ser el nuestro. Es más. Algunos hasta se sienten orgullosos de posar en la foto, mucho más que en la de una asamblea en su sindicato, sin saber que allí donde esta, siempre primó y primará el interés de quien más tiene, pero en una asamblea de su sindicato, su voz y voto, es soberana, junto a los de su clase laboral y social.
El 24 de marzo de 1976 -sus objetivos- siguen vigente para quienes lo apoyaron y participaron. No hace falta ser muy zagas para entenderlo. Ayer les fue útil la dictadura, hoy la democracia, siempre que quien triunfe sea la minoría. Los sometidos, los marginados, los trabajadores, sus sindicatos, su familia, deberían usar este día para reflexionar.
En Plaza de Mayo, participó nuestra nieta mayor. En B. Blanca nuestra segunda nieta, ambas hijas de nuestra hija mayor Silvia, a quien por su edad – siete años – se le permitía en 1977, junto con Martita Luongo, llevarnos la comida al calabozo. ¿Que tienen de diferentes esos jóvenes que participaron en el resto del país en la conmemoración, que no tienen los de Suárez?. ¿Que inmoviliza los padres de esos jóvenes que no les contaron lo ocurrido durante esa terrible época?. ¿Que diferencia hay entre esos sindicatos, sus trabajadores, los políticos, de los Suarenses. ¿No les da un poco de vergüenza ver lo que ocurrió en el país y lo que no sucedió en Suárez? Alguno pensará que eso que hoy la fuerza que hoy los inmoviliza, que intensidad tuvo a partir de 1976 hasta el 83 para quienes continuamos luchando.
La lucha por la Justicia distributiva no termina. Es permanente. Unos la tienen clara y perseveran en el intento de sostener sus privilegios. Los otros creen que porque están algo mejor, hay que relajarse pues lo demás vendrá por añadidura o generación espontánea.
La historia suele repetirse con dolor para quienes la subestiman.
JULIO ZABALLA - DNI 5492952

 
 
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