Tiene 86 años. Y es uno de los más apasionados jugadores de Kösser, de los Pueblos Alemanes.
El último fin de semana, en el anfiteatro de Santa Trinidad, jugaron con su compañero Leandro Artman y con la pareja de Santa María, los hermanos Urban, el mejor partido del que tenga recuerdo.
Lo relató así para La Nueva Radio Suárez: “el último partido fue una cosa… de los mejores partidos que se ha jugado, creo. Empezaron tirando, en los dos primeros tiros, voltéandonos los dos soldados que se ubican en los extremos. El resto de los ocho, cuando volvieron a tirar, nos dejaron sentado un solo kosser. Volvimos a tirar nosotros. Le dije a mi compañero que tirara él. Volteó los primeros dos soldados, y el resto los volteé yo, dejándoles sentado uno sólo. Quedamos con un kosser, cada equipo”.
“Tiraron ellos, tiraron dos o tres kösser, y voltearon al que estaba solo. Lanzó luego mi compañero y volteó desde el primer tiro nomás al kösser que quedaba sólo, ganando así el partido. El segundo partido lo ganamos un poco más fácil. Yo estoy conforme con este partido, y el torneo del último fin de semana. Aunque no gane más, porque ya con la edad que tengo, con 86 años, soy el mayor de los Kosser y de las bochas de Coronel Suárez”.
Ha ganado varios trofeos, desde que se puso en vigencia otra vez este juego característico del pueblo alemán, que por más de 40 años se perdió en el recuerdo de la gente, y que desde hace unos años ha vuelto a reverdecer, para el entretenimiento de la gente mayor de edad, pero de las nuevas generaciones también, que están así recuperando un juego tradicional que sirvió para el disfrute de los ratos libres de sus ancestros.
Las piezas se hacen con huesos de la patas de los caballos. Era una forma de entretenimiento de grandes y chicos, hace varias generaciones atrás.
El mismo don Alejandro Hegst, se acuerda, cuando niño, llevaban estas mismas piezas, en los carros de madera que los padres armaban para sus hijos, o que hacían los mismos chicos, empezando a despuntar así la habilidad de trabajar la madera.
Proviene de una familia de 12 hermanos, donde hay por lo menos tres o cuatro maneras diferentes de escribir el mismo apellido, producto de las dificultades de entendimiento de la gente del Registro de las Personas, cuando debían anotar a los recién nacidos de las familias alemanas.
Trabajó don Alejandro, durante muchos años en las caballerizas de la panadería San José, disponiendo los carros que transportaban el pan a Santa Trinidad y también a Coronel Suárez.
Con 86 años, hoy don Alejandro disfruta de los torneos de Kosser, y también del juego de las bochas, como haciéndole un guiño a los años que marca su documento de identidad.