Los tiempos cambian, se modernizan, mutan hacia nuevas formas de relaciones. En tiempos post modernos el rol de ser padres ¿cambió?
Para hablar sobre el particular entrevistamos a la Psicóloga Andrea Tarnonsky.
“La relación padres-hijos es compleja desde siempre, tiene idas y vueltas, y en la etapa adolescente empiezan los hijos a crecer, a separarse de sus padres, lo que es un proceso normal. Hay quienes viven esta etapa de rebeldía con más o menos intensidad. Creo que a quien debemos prestar más atención es a esos chicos que no se rebelan, que no buscan derribarnos de nuestro lugar de padres, porque esa es la forma que tienen ellos de crecer, de tener más autonomía, de dejar de depender emocionalmente de estos padres. Los padres debemos estar muy bien plantados, tenemos que estar fuertes en este período para que ellos puedan rebotar contra esa pared que seríamos los padres, no atravesarnos. Es en ese juego que se da que ellos van a ir creciendo y se van a ir armando como adultos responsables”.
Insistió la profesional consultada que “nuestros hijos, en alguna etapa de su vida, tienen que empezar a bajarnos de este lugar de padres todopoderosos, que todo lo pueden”.
Reconoció que en estos tiempos “los padres estamos muy confundidos. Creemos que si somos amigos le ganamos la confianza y así nuestros hijos van a poder hablar y nos van a contar todo lo que les pase. No tienen que contarnos todo. Nosotros, todos, tenemos cuestiones que no hablamos con todos. La comunicación no tiene que ver con saber todo de todos, hay temas específicos de los papás, hay temas que ellos comparten con sus amigos. Creo que la adolescencia es una etapa de prueba de los papás porque nos tenemos que empezar a alejar de ellos, ocupando otro lugar diferente al que ocupábamos cuando eran chicos, es importante que ellos en esta etapa comiencen a ser protagonistas de su vida, a tomar sus decisiones. La confusión que los padres solemos tener es cuando creemos que si ponemos un límite los perjudicamos. Vivimos continuamente con miedo a que no nos quieran, a que se alejen de nosotros… transmitimos esas inseguridades, que terminan, en lugar de chocar con nosotros, atravesándonos. Tenemos que volver al sentido común con que nuestros padres se guiaron para cumplir su función. Dejar de estar confundidos con las teorías, con la posibilidad de traumas y con el miedo a poner límites que nuestros hijos necesitan para crecer seguros”.