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“Margarita, sos grande, muy grande!!”

 

Esto fue lo que le dijo una de las mujeres asistentes a la charla pública de Margarita Barrientos, en la noche del viernes en el Concejo Deliberante de Coronel Suárez.
Fue declarada huésped de Honor de Coronel Suárez.
“No le preguntes de donde viene, ni como se llama, sólo dale de comer. Yo creo que mi mamita sin tener nada, compartía”.

Y tenía razón esa suarense que le dijo “Margarita, sos grande, muy grande.¡¡¡”
Es de una figura diminuta, un poco encorvada, muy sencilla, que en muchos momentos, mientras va hablando mira hacia abajo, hacia sus manos cruzadas como en oración, como buscando encontrar las palabras justas para expresar exactamente lo que quiere decir.
Y cuando redondea la expresión mira directo a los ojos de quienes la están escuchando. Se refiere a la gente con un “usted”, aunque esté hablando a decenas de personas, como pasó en la noche del viernes ante cientos de suarenses que asistieron a su charla publica en el Concejo Deliberante.
“Les quiero contar una vivencia. Algo que me marcó cuando era chica. Mi madre siempre fue muy enferma, muy frágil. Me acuerdo que mi mamita cuando le dolía mucho, buscaba algunos yuyitos y tomaba. Lo que nunca me olvido de mi madre es que nosotros veníamos corriendo de la escuela, ansiosos por comer lo que ella había cocinado. A veces un locro con carne, a veces un guascha locro; pero era tan rico porque lo hacía ella. Cuando veníamos, Martincito (su hermano) le sacaba la olla, de fierro, de patas largas, y la ponía al costado de la mesa”.
“Teníamos como platos unas latitas de dulce de batata, chiquitas. Pero había un plato que era importante, enlozado, color amarillo. El primer cucharón de comida servía en ese plato. Un día se ve que nos quedamos con ganas de comer, y Martincito me dice que le pregunte a mami si podíamos comer esa comida. Entonces, le pregunto, y ella me contestó que no. Entonces, inmediatamente, le pregunté por qué”.
“Ella me dijo con mucha dulzura que si viene Dios a pedir, qué le íbamos a dar. Fue la respuesta más bonita que me dio; porque Dios vivía con nosotros. Ella todos los días nos hablaba de Dios y de la Virgen, nos hacía nombrar las estrellas y nos nombraba a todos. Un día, como todos los días, vinimos corriendo a ver a mamita. Y había un hombre joven, sentado en el tronco de un árbol, comiendo la comida que mi mamá había dejado. Yo fui y le dije mamá, él no es Dios´. Me preguntó si yo conocía a Dios, y le respondí que no. ´Entonces, él es Dios´, me dijo. ´No le preguntes de donde viene, ni como se llama, sólo dale de comer´. Yo creo que mi mamita sin tener nada, compartía”.
Este fue parte de uno de los momentos más emotivos en la charla de Margarita Barrientos, ante un Concejo Deliberante, colmado de gente. Y seguramente que es la mejor explicación de por qué en esta menuda mujer provinciana, anida su particular espíritu colmado de solidaridad.

 
 
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