Cincuenta y cuatro años, nueve hijos propios, y tres del corazón, muchos nietos. Y una bisnieta que le nació justo el mismo viernes, por la tarde.
Mientras ella estaba de recorrida por Coronel Suárez, su hija Beatriz le comunicó que era abuela, y por ende, Margarita e Isidro, su esposo –que la acompañó en esta recorrida- bisabuelos.
En el año 1996 inició el comedor en el barrio Los Piletones, de Villa Soldatti, donde viven. Conocía bien de sus carencias, pero no dejaban de preocuparle también de la de muchos otros.
Por eso el 7 de octubre de 1996 inició el comedor, donde empezó a dar alimentos a unas 15 personas.
Hoy en ese comedor y en otros dos que tiene abiertos, comen diariamente 2.200 personas y entregan la vianda a 170 familias. Desayuno, almuerzo y cena.
Recuerda que su marido se levantaba a las 4 de la mañana, e iba a cirujear. Al regresar, iba vendiendo lo que había conseguido y así obtenían el dinero para los alimentos. A la tarde salía su hijo a hacer algo parecido y llegaban hasta el mercado central, para comprar lo que necesitaban.
Todo lo que sabe, lo aprendió haciendo. Aprendió a transformar tomates pasadas en toneladas de salsa. Que la comida al mediodía tiene que estar lista a las 11.30 horas porque los chicos tienen que ir a la escuela.
Que es importante que los niños pequeños tengan alimentación diferenciada para asegurar que reciban todos los nutrientes necesarios.
Que hay gente que dice no, sin importarle siquiera como comen sus hijos, menos los hijos de otros, y que a los que le dicen que sí a la ayuda que pide, es mejor invitarlos primero a que recorran y conozcan la obra de la Fundación que lleva su nombre para que así sepan el destino que tendrá su contribución.
Aprendió también que la solidaridad lo que hace es multiplicar otras solidaridades y así es posible la continuidad de una obra. Aprendió que es rica, muy rica, con una riqueza que no es material, que está en el corazón.
El viernes Margarita Barrientos estuvo en Coronel Suárez, como recorre diversos lugares para difundir la obra que lleva adelante, porque sabe que de esta difusión está el secreto del sostenimiento de las acciones a lo largo de todo este tiempo.
Estuvo con las mujeres del radicalismo que la convocaron a esta visita, luego visitó el Centro Comunitario Espíritu Santo, la sede de la Liga de Madres de Familia, luego desarrolló una conferencia de prensa en el Concejo Deliberante, y finalmente llevó a cabo una charla pública ante decenas de personas que colmaron la sala del cuerpo deliberativo.
Fue declarada Huésped de Honor.
Recibió repetidos aplausos a lo largo de su charla, y al final uno muy largo, prolongado, celebrando su valentía, coraje, convicción y grandeza.
Margarita Barrientos, nació en Santiago del Estero. Su mamá dice que estaba enferma de leucemia y mal de Chagas.
Trabaja en la casa familiar, tejiendo tientos, y realizando las tareas del hogar. El locro con o sin carne, que los esperaba al regreso de la escuela, era el plato más rico y sabroso porque estaba preparado por las manos de su madre.
Cuando comenzó la escuela, su padre le dijo que debía obedecer a la maestra como si fuera su madre.
Pudo ir sólo hasta 3er grado. Después tuvo que ingresar a trabajar en los obrajes. Un día su hermano Martín, le dijo al terminar la jornada laboral, que debían irse, que sino la vida no les iba a cambiar. Le dijo que él iba a ir hacia un lugar, que ella debía irse a Buenos Aires previo dejar a Nilda, la hermana menor de ambos, con alguna familia en el pueblo que estaba distante unos 36 kms.
Tenían dos yeguas. Una tomó su hermano, y en la otra se subieron las dos mujeres. Al llegar a las primeras casas del pueblo, le indicó a Nilda que cruzara una cerca y que en la casa de la que se veía salir humo pidiera tortilla.
Sin decirle nada más, Margarita se fue para tomar el tren con destino a Buenos Aires. Llegó a Retiro llevando sólo un vestido que le había hecho su mamá, y apretando bien fuerte una de las cartas que les había envidado un hermano que estaba en José C Paz.
Lloraba mucho. Un policía le indicó cuál tren debía tomar para ir al encuentro de su hermano. Lo tomó y cuando vio que apareció en los carteles el nombre del pueblo, y el tren no paraba, se terminó largando de la formación en marcha.
Se rompió varias costillas y perdió varios dientes. Despertó en el hospital, para ver la cara de su hermano y de tres monjitas.
Esta es parte de la historia de esta mujer, que con cada dureza de la vida, aprendía algo nuevo que le servía después.
Una muy importante, y que la siente perdida ahora, por parte de las nuevas generaciones que se formaron bajo el imperio de los planes sociales, es la dignidad de trabajar y ganarse su propio sustento.
Margarita, que lloró cuando Alfonsín fue a negociar con los militares a La Tablada, que confía en la democracia, está ahora dolida por lo que está sucediendo en los últimos años. Realizó una crítica muy fuerte por lo que sucedió con la toma del Indoamericano, en Capital Federal, y denunció en su momento con nombre y apellido a los punteros políticos del gobierno nacional que propiciaron esa toma.
También criticó a quienes se dejaron comprar. Se peleó en su momento con Guillermo Moreno, el Secretario de Comercio.
Y cada vez que le preguntan dice en los medios, que este gobierno no entiende de justicia social.
Que lo que hace con sus políticas de estado no es justicia social, sino que compra las voluntades de mucha gente.
Dice que se ha perdido la cultura del trabajo, que ese es lo que hay que recuperar, porque un hijo que no ha visto trabajar a sus padres, difícilmente trabaje.
Por eso pide menos planes sociales y más trabajo digno para que la gente elija qué es lo que quiere comer y cómo vivir, y no que otro lo decida por él. |