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Como se pide.

La bendita “Grieta”
Por María Teresa Marsch.

Desde hace unos años estamos escuchando (mejor dicho, nos están taladrando los oídos y el cerebro) con la “bendita grieta” que se habría generado en la sociedad argentina. Supuesto, por culpa del gobierno.
Yo me pregunto si no existe esa grieta desde el principio de la humanidad, ya sea remitiéndonos a los hombres de las cavernas o a la historia de Adán y Eva, donde por ejemplo las diferencias entre hombres y mujeres ya abrían una grieta que por lo que vemos, dura hasta nuestros días. Pero claro, en esa época las mujeres no podían protestar. De ahí en adelante, pasemos por todas las épocas históricas donde además de las diferencias entre los sexos se profundizaron las diferencias entre los señores feudales y sus súbditos, por no hacer un detalle minucioso de todos los períodos vividos, sin olvidarnos por supuesto de lo que significó para nuestros pueblos originarios el hecho de que los españoles los descubrieran, los “civilizaran” a través de la biblia y el garrote, les robaran no sólo todas las riquezas de su tierra, sino también su dignidad, al prohibirles sus dioses, al destruir su cultura, al negar que en muchos aspectos poseían conocimientos más “adelantados” que los conquistadores, por negarles, de hecho, su calidad de “humanos”. Como a los “negros” que por el color de su piel no valían lo mismo que los blancos, por lo que eran robados, vendidos, maltratados como esclavos. Mucho más aún después con el desarrollo industrial, donde unos pocos poseían la suma del poder económico (y por detrás, el poder político) frente a los artesanos de la época y a la incipiente clase obrera, desposeídos de casi todos sus derechos laborales y hasta los ciudadanos, donde el único que tenían asegurado era el de morirse pobres como habían vivido. Pero claro, tampoco en esa época ni los pueblos originarios, ni los negros, ni los pobres podían protestar.
Y la historia sigue y sigue… y se repite en todo el mundo, y también en nuestro país.
Si comenzamos por retroceder un poco, podemos recordar cómo era la vida de los gauchos pobres, cómo eran “levantados” de sus ranchos, abandonando sus familias y sus pocos haberes para ir a pelear contra los “indios” (que no lo son) porque supuestamente amenazaban la vida civilizada. Y a los “indios” los mataron, los esclavizaron, los vendieron a las familias ricas. Y los gauchos pagaron con su sangre más miseria. Porque los únicos que ganaron y se repartieron esas tierras fueron los poderosos de siempre. Los que siguen hasta hoy siendo los dueños de esas tierras. Mejor dicho, los apropiadores, los ladrones de esas tierras. Los dueños, los verdaderos, siguen siendo los pueblos originarios. Pero claro, ellos tampoco pudieron protestar.
Ya en nuestro siglo, el cuento sigue, ya no quedaban muchos “indios” para esclavizar, pero sí quedaron los paisanos pobres argentinos (y de los extranjeros que vinieron a trabajar estas tierras, huyendo de las guerras o las hambrunas en sus propios países), los obreros explotados y todos los pobres que fueron hambreados y reprimidos cuando se atrevían a reclamar. Ahora sí… empezaban a protestar.
Pasaron épocas en que recuperaron derechos, los perdieron, lucharon, murieron, se escondieron y hasta algunos de esos pobres se confundieron… y creyeron en que ahora sí, estábamos en “el primer mundo”.
Aunque claro, como nada es perfecto, algunos volvieron a protestar, hasta los “viejos” salieron a la calle a reclamar un mendrugo para no morir de hambre. Pero eran los locos, los que no entendían que lo mejor era privatizar todo lo que era estatal (menos las deudas de los privados, que como antes, se nacionalizaron, así las pagamos todos), igual que esas “locas” de las madres de los muertos (asesinados) y desaparecidos en una de las épocas más oscuras de nuestra historia, la funesta dictadura militar del ’76 (que fue la peor, aunque no la única. Tenemos una larga lista de períodos donde los problemas de los gobiernos democráticos se resolvían por la vía de las armas militares. Mandados por los poderes económicos, no lo olvidemos nunca.)
Pero nuevamente, en esa época el que protestaba era reprimido. Entonces no había grieta. O se “veía” muy poco. Hasta que todo se derrumbó. Se derrumbó de tal manera que eran más los que se deprimieron, los muchos que se suicidaron, los que se fueron buscando mejor vida en otros países. Y hubo protestas, y hubo estado de sitio, y hubo más represión, y hubo muertos, y hubo escapadas en helicóptero, y hubo 5 Presidentes en poco más de una semana. ¡¡Pero no había grietas!!
El problema de la grieta empezó cuando ganó las elecciones un flaco que casi nadie conocía. Y que empezó a darle voz a los que nunca la tuvieron. Y empezó a escuchar esas voces, y empezó a devolverles un poco de esos derechos a los que nunca tuvieron voz y nunca tuvieron (o casi nunca) derechos. DERECHOS HUMANOS. Y bajó los cuadros de los GENERALES GENOCIDAS. Y le palmeó la rodilla al Presidente yanqui mientras con Chávez y con Lula le decía ALCA, ALCA, ALCARAJO y armaban el ALBA!
Y la grieta se profundizó (¡cuándo no!) ¡Cuando ganó una mujer las elecciones! ¡Una mujer! ¡Ya eso es un atrevimiento en nuestra sociedad patriarcal ¡Y encima amiga de las MADRES y de las ABUELAS!, se atrevió a legalizar el matrimonio igualitario, construyó un montón de escuelas, de universidades, dio más presupuesto a educación que al armamento militar, implementó la asignación universal por hijos, las computadoras para los pibes, los planes FEDERAL, los PROCREAR, los PROCREAUTOS, las jubilaciones para todos y los aumentos por ley, empezó a pagar la deuda externa como dijo el Presidente Kirchner “como podemos”, se atrevió a desafiar a los fondos buitres y mucho más…
Pero sobre todo se atrevió a desafiar al imperio mediático y empezó a darles voz a los pibes, a los pobres, incluso a los contrarios a todo lo que sea o esté a favor del país. Incluso a los que en la marcha del silencio (convocada por los que se callaron cuando debían hablar en la investigación por el atentado a la Amia) y que a nivel local fue bastante charlada, alguna señora pidió muy democráticamente que se “vaya toda la mierda de Argentina”...; incluso a algún pseudo periodista que se atreve a hablar de los obsecuentes al gobierno que intimidan a la Justicia y reclama que se respete la Constitución (y por ende, las leyes), pero no reclama a su “amo y señor” que cumpla con la Ley de medios audiovisuales, por ejemplo. Ese “periodista” estaría hoy enfrentando un juicio por calumnias e injurias si siguiéramos en la época de Menem, muy “amigo” de su JEFE. Juicio del que se salva gracias a una ley de este gobierno, que la derogó y permite a cualquiera que diga lo que quiera. Incluso insulte a quien se le antoje. Incluso a la Presidenta, que guste o no guste, es la máxima autoridad del país.
Mientras los que tienen voz están todos de un sólo lado, no hay grieta. HAY REPUBLICA. HAY DEMOCRACIA. HAY JUSTICIA.
Cuando los que alzan la voz de protesta son pocos, no hay grieta. Es fácil callarlos. De la manera que haga falta.
El problema es cuando desde la máxima autoridad política (que por fin, es puesta en el lugar que debe estar, por ENCIMA del poder económico) se le da VOZ A LOS SIN VOZ. Eso ya no se puede tolerar. Ahí es donde se produce LA GRIETA. La famosa GRIETA QUE DIVIDE A LOS ARGENTINOS, QUE SIEMPRE “NOS LLEVAMOS BIEN”.
La GRIETA desnuda la HIPOCRESIA.
Nunca se llevaron bien los poderosos que explotaban hasta la desesperación a los desposeídos. NUNCA.
Pero ahora los desposeídos gritan, reclaman, exigen que se los escuche.
Exigen que la riqueza argentina se reparta un poco más equitativamente.
Que no se lleven todo unos pocos mientras los demás no tienen nada.
Hay un DERECHO DIVINO (parece) que dice que los que tienen todo el poder económico mandan sobre el poder político y deciden la vida (y la muerte) de los de “abajo”. La GRIETA desnuda el hecho de que ya no hay derechos divinos. Somos simplemente humanos. Y como HUMANOS, LOS OTROS TAMBIÉN TENEMOS DERECHO A VIVIR Y A DECIR. Y A DECIDIR.
María Teresa Marsch
D.N.I. 10.825.570.

 
 
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