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Don Doroteo Páez festejo con su familia los 103 años de vida.
Uno de los suarenses de mayor edad.

 

Rodeado del afecto y cariño de su familia.
Admirable actitud frente a la vida, manteniendo una prodigiosa memoria.
“Vengo de la época de los fonógrafos y de la palabra, que tenia mas valor que un documento”
“Se hablaba poco, pero los compromisos contraídos eran sagrados”.

Se lo festejaron el sábado por la noche, no falto la torta con velitas y la emocionada compania de su gran familia y el domingo por la mañana concretamos la cita en el patio de acceso a la casa de calle Aconcagua 502 donde Don Doroteo Paez nos recibió junto a sus hijas, yernos, su nieta Manuela y otros familiares con todo afecto y respeto, se puso de pie para saludar y comenzó la charla que siguió por los carriles que el mismo entrevistado eligió.
Desde su niñez en la zona de Saavedra, sus trabajos en la ciudad de Pigüé, sus amigos del barrio, la gente de antes, otro histórico amigo que lo visita y cada tanto va a charlar Don Juan Carlos Acosta histórico vecino del Barrio Altos Balcarce.
Estuvo acompañado de sus cinco hijos: la mayor Zulema, Aldo, “Cacho”, Alicia y Silvia, con esta ultima comparte el terreno donde se ubican las dos viviendas, también lo rodearon sus nietos Eduardo, Carlitos, Pamela y Manuela quienes al momento del festejo hicieron estallar los fuegos artificiales en homenaje al cumpleaños del abuelo, quien disfruto plenamente la reunión familiar, hasta horas de la madrugada en una noche de verano que facilito el festejo al aire libre.
“Soy de la época de los fonógrafos” explicando detalladamente de como eran, de que manera se colocaban y hasta la imagen del perrito que venia en las estampillas que identificaba al elemento técnico de avanzada, su marca para los primeros años del 1900 con el cual se oía música y se animan algunos bailes, las épocas del candil para alumbrar.

En sus palabras se comprueban historias, como por ejemplo de las “heladeras” que entonces se construían haciendo un profundo pozo donde se colocaba el producto que se quería conservar cuenta Don Doroteo con toda soltura y claridad, aunque dice estar un poco perdido o limitado solo en su audición, pero no deja de recordar cosas como cuando le regalaron un código civil del cual pudo extraer cientos de términos legales y de procedimiento, cuando le dijeron que seria bueno estudiar.
Y se nota que le quedo clarito grabado ciertos pasajes de su vida a través de recuerdos intactos, de su madre, de algunos amigos, del barrio calle Aconcagua a pasos de Grand Bourg que “Antes estaba todo lleno de pantanos, casi sin luz y hay que reconocer que Moccero hizo mucho por esta ciudad, cuando hay que criticar vale criticar pero con fundamentos, pero si no al hombre hay que reconocerle todo lo hecho”.
“Antes se hablaba poco, lo justo, una palabra empeñada, un fuerte apretón de mano y quedaba sellado el compromiso, la palabra era un documento y pobre de usted de no cumplir, ni se le ocurra imaginarlo, lo que se decía se hacia y se cumplía”.
Don Doroteo cuenta que va poco al medico, hace poco se cayo y no sabe que le paso, entonces el Dr. Resnicoff que lo atendió muy bien, le decía que tenia algo quebrado, pero yo estoy bien en mi casa y lo mismo el Dr. Alberto Caccavo que me atiende muy bien, “Vaya Don Páez, cuídese y nos vemos en la próxima” explica sin perder el humor al decir que con ver cada tanto al doctor ya basta y extender la conversación con toda calidez rodeado de sus familiares quienes atentamente escuchan la entrevista, en la calurosa mañana del domingo después de la fiesta en la noche anterior.
Don Doroteo es un símbolo de una época, de un tiempo donde la vida era mucho más simple, más honrosa, de intenso trabajo, de valores familiares donde a pesar de las dificultades o vaivenes de tiempos difíciles, probablemente más felices, menos complicada, mucho más sencilla.
Uno de los ciudadanos del Partido de Coronel Suárez de mayor antigüedad junto Clara Maierofert o Manuela Gomez de la localidad de Huanguelen quienes superaron los cien años holgadamente.
Cuando se le pide recordar a la gente de antes, nombra a algunos y con cierta nostalgia, dice la “mayoría de ellos ya no están entre nosotros” para luego invitar al cronista a “Venir cuando quiera a conversar” posa sonriente ante el fotógrafo Alberto García con sus familiares y no deja de pararse de la silla para saludar con toda amabilidad y el respeto habitual que es también un claro ejemplo de sus vivencias y de su tiempo.
Cuando se le explica que “Tito” García formo parte también del barrio, se recuerda de la almacén que estaba en Grand Bourg y Los Patos y puede seguir charlando rescatando historias, quedo muy contento con la fiesta de cumpleaños, donde soplo las velitas permaneciendo hasta tarde disfrutando la celebración.
Fue un placer la conversación, pero casi el mismo eligió los temas como así también apreciar todo el amor y estimulo prodigado por toda la familia que lo “miman”, lo atienden a pesar de su independencia y el paso de estos 103 años cumplidos el 28 de diciembre con toda dignidad.

 
 
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