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La Casa de Bernarda Alba, un clásico de la historia del teatro y la literatura mundial.

 

Se presentó en el Teatro Italia con un elenco de nueve actrices de lujo que mezclan prestigio y popularidad.
Dan vida a intensos personajes con el mágico protagonismo de Maria Rosa Fugazot.
Ovacionada por el público suarense en la noche del domingo.

Y toda la expectativa que se había generado en torno a la presentación de La Casa de Bernarda Alba en el escenario del Teatro Italia no defraudó; ese cariño que nuestro público siente por las grandes figuras del espectáculo argentino y sobre todo teniendo en cuenta que llegaba la obra maestra de Federico García Lorca.
No obstante la adaptación del genial José Maria Muscari supo descender a la platea de una manera tal que transforma el clásico en atemporal y hasta mezcla pasajes humorísticos, recorriendo temas como la cultura, la conformidad, la sexualidad, el miedo, el dinero, el poder, el amor, las ilusiones, las desilusiones, la familia y el honor de esa familia.
Es una historia que atrapa, donde Maria Rosa Fugazot es capaz de llegar al corazón del espectador a pesar de deambular entre celos y pasiones que se desatan en esa casa familiar que aparece para desembocar en un final trágico, inesperado.
La platea de pie, entregando el premio mayor a un elenco de alta jerarquía que visitó la ciudad de Coronel Suárez el domingo último y que recibió el más preciado de los reconocimientos que se transforman en ovaciones y sostenidos aplausos.
El elenco conmovido por el final de la obra y por el recibimiento de los espectadores, donde Coronel Suárez no escatima sus demostraciones de cariño y de reconocimiento por las actuaciones brillantes y sobre todo era como que la gente quería confundirse en un gran abrazo con cada una de ellas, pero muy particularmente para Maria Rosa Fugazot, una actriz todo terreno como se había dicho en la previa.
Que noche plena de teatro, que actuaciones magistrales, que cierre de temporada para la Asociación Italiana de Socorros Mutuos que a lo largo del año ha presentado interesantes propuestas artísticas.
Hacemos memoria y tenemos que recordar que en agosto del 2013 José María Muscari estrenaba La Casa de Bernarda Alba, su versión del clásico de Federico García Lorca. El realizador apostaba por Norma Pons, a quien le entregó uno de los protagónicos más codiciados del teatro para una actriz de 60 años o más (la hija mayor de Bernarda tiene 39 años). No se equivocó. La crítica y el público acompañaron esta puesta, que derrumbó tres prejuicios. Uno, el de Pons, conocida por sus papeles en la comedia, esta vez como intérprete de tragedia. Dos, el de poder llevar un texto de estas características a una temporada en Mar del Plata, una plaza acusada de frívola y pasatista. Tres, que un elenco femenino es un foco combustible, donde tarde o temprano estallará un escándalo.
Antes de morir, Pons había sugerido a María Rosa Fugazot como una Bernarda posible, en caso de que ella se ausentara. Este consejo fue escuchado y el que se implementó tras la sorpresiva muerte de la actriz. Fugazot tiene muchísimos años de oficio y desembarca en un elenco consolidado, con muchos meses de representaciones, un hecho que le allanó la tarea de salir a un toro que hoy ya ha domado.
Fugazot se incorporó de modo orgánico a esta puesta, donde crea una villana que logra hacer reír al público con aquellos parlamentos tan crueles como sinceros. No existen en Bernarda la ironía ni el sarcasmo. Dice lo que piensa sin figuras retóricas. Es deliciosa la escena, más aún representada un siglo después, cuando la mujer ha ganado territorio en la sociedad, en la que a modo de dogma la protagonista enseña a sus hijas cómo deben comportarse con sus maridos, en el hipotético caso de que logren casarse.
"Lo único que me interesa es la fachada y la armonía familiar", dice Bernarda, honesta y negadora a la vez. Hay que ver con detenimiento la reacción de esta criatura en el último minuto, una vez que la tragedia ya es un hecho. Fugazot logra, dentro de la rigidez de esa especie de ídolo que siempre mira a los demás como si fuesen súbditos, convertirse en una servidora.
Hay que destacar la solvencia del elenco, este entramado de mujeres uniformadas que logran distinguirse gracias a una personalidad única para cada una, cincelada por Lorca, pero también como mérito de sus intérpretes. Andrea Bonelli está impecable como La Poncia, esa mujer que se ubica como la autoridad y la experiencia en oposición a Bernarda, maternal y justa con los desprotegidos, en un trabajo elogioso, porque en ella está depositado el hilo de la acción, como narradora, como testigo silenciosa, como la voz que abre y cierra la obra.
Andrea Bonelli, Valentina Bassi, Adriana Aizemberg, Andrea Frigerio, Mariana Prommel, Mimí Ardú, Lucrecia Blanco y Florencia Torrente realizaban un gran trabajo y en estas funciones lograron que sus personajes siguieran creciendo aún, que su desgracia genere más piedad todavía.
En La casa de Bernarda Alba también se lavan los trapos sucios de una familia, pero el material, la intención y el resultado en el espectador son otros.

 
 
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