El sábado último, alrededor de las 18 horas, cuando la Policía concurrió al domicilio de Juramento 380 del Barrio de Villa Belgrano de la ciudad de Coronel Suárez, se encontró con un macabro hallazgo. Momentos antes el hermano de Juan Alberto Bravo había llegado, como lo hacía habitualmente, a la vivienda de este hombre de 60 años, trabajador municipal del área de Servicio Públicos, y lo encontró tirado en el interior del inmueble.
Estaba boca abajo, con evidentes signos de que había recibido un fuerte golpe en la cabeza con una tapa de salamandra o similar.
Al dar vuelta el cuerpo la Policía se encontró que tenía un cuchillo clavado en el corazón, quemaduras en las piernas y los genitales y una cabeza de cerdo colocada entre las piernas.
Había una evidente saña en el asesinato de este hombre.
Se estimó la data de la muerte en la noche del viernes. Más que por la investigación sustanciada sobre el cadáver, que tiene un margen de más menos 12 horas de margen, por el estado de descongelamiento de la cabeza de cerdo. Es que su hermano se la había llevado unos días antes y estaba guardada en el freezer de la casa para consumirla con posterioridad.
De la vivienda faltaba un equipo de música que Juan Alberto Bravo había adquirido hace unos días atrás, por lo que una de las pistas posibles a seguir en la investigación de este asesinato es el móvil de robo.
Pero hay otra cuestión inquietante que aparece como una de las hipótesis más firmes en torno a este crimen.
Hacía unos días atrás una mujer del barrio que estaba en la vereda de su casa vio venir corriendo asustadas a dos niñas. Les preguntó que había pasado y dijeron que las había corrido “aquel hombre de allá”.
La mujer dedujo que ese hombre era Bravo e interpretó que había habido un intento de abuso. Ingresó a su domicilio y escribió en su Facebook lo que le pareció que era la verdadera historia: una intención de abuso a dos niñas del barrio por parte de un hombre que tenía una leve discapacidad mental, producto, probablemente, de su infancia de privaciones y pobreza.
Esta información se viralizó a través de las redes sociales.
Mientras tanto la Policía, que tomó intervención frente a un llamado, el mismo día de este suceso, entrevistó a las niñas, a los padres y al hombre que las había corrido.
Descubrió por todos estos dichos que las niñas se habían metido en el espacio que ocupa una polera, que está pegada a la casa donde habitaba Bravo; allí estaban trabajando con un caballo bastante brioso y el hombre que estaba ocupándose de él, que no era Bravo, quien entonces se encontraba trabajando con su hermano arreglando el techo de su propia vivienda, echó a las niñas del lugar, temiendo que el caballo se disparara y les hiciera daño.
Este relato lo hicieron las niñas, lo ratificaron los padres de las dos menores y también el hombre que estaba trabajando en el lugar donde adiestran caballos de polo. Fin de la historia, en ese momento, y de la investigación policial.
Pero ahora la Policía investiga si esta información tergiversada que se multiplicó a través de las redes sociales no fue el principio de la sentencia de muerte para Juan Alberto Bravo.
¿Un asesino disfrazado de justiciero, haciendo venganza por un hecho que no fue?
¿Un ladrón y asesino que aprovechó este relato tergiversado de verdad para apoderarse de un bien que había adquirido un hombre al que no había mucho para robarle?
En cualquiera de los casos uno o más asesinos que por ahora andan sueltos por Coronel Suárez.
La Policía confía en poder esclarecer el hecho. Habrá que esperar a los resultados de su investigación.