“Como buen Sanmartiniano siempre tengo algo” dijo Rubén Hall, Secretario por muchos años de la Comisión Directiva de Club San Martín de Santa Trinidad, y empezó a desplegar sobre la mesa una serie de documentos donde se podía ver el escudo de la querida institución deportiva.
“Creo que para nosotros esta semana que viene será una semana muy particular, porque el 5 de agosto estaremos cumpliendo 60 años de nuestra institución; esto es algo muy emotivo y llega mucho a las personas como yo, que hemos estado tanto tiempo en el club y que desde muy chico mamamos eso”, dice Rubén Hall.
Recuerda que su padre, Juan, cedió el lugar donde se realizaban las reuniones y los primeros bailes, era un galpón que se había usado como depósito y que sirvió para hacer las primeras recaudaciones en vistas a la construcción de la futura sede. Las primeras reuniones de la Comisión Pro Club habían sido en una de las dependencias del hogar paterno, de la esposa de don Rubén Hall.
Cuenta que “éramos chicos todavía –tenía 16 años- y no podíamos integrar la Comisión Directiva, por lo que nos tocaba trabajar en los bailes primitivos que se hicieron en mi casa, en lo que era el galpón de forrajes, cuando mi padre tenía su negocio. Él lo había cedido para que pudieran hacerse los primeros ingresos de los bailes”.
Se alumbraban con faroles Petromás, la gente se reunía a eso de las 9 de la noche, no más tarde, se habilitaba la cantina y comenzaba a tocar la orquesta. Muchas veces la de Juan Clemente Schwindt, que andaba muy bien, gustaba mucho a la gente. Cuando los bailes se hicieron más numerosos en público, “salíamos afuera a hacerlos, como por ejemplo en Piñeyro, en el Germano y en otros salones más amplios, como para poder asegurar mayor recaudación”.
Recuerda este hombre, cuya letra y firma está asentada en numerosísimos libros de actas, que en una ocasión los conservadores, a punta de pistola y a puros tiros, quisieron hacerse con la recaudación. Entonces su madre abrazó fuerte la caja y se escondió bajo la mesa. Los ladrones no lograron su objetivo, pero dejaron rotos varios faroles, los que habían apagado a los tiros.
Recuerda también cuando plantaron decenas de eucaliptos en el predio que tienen actualmente.
Cada tardecita iban los miembros de la Directiva a regar cada uno de esos árboles. Se encontraban con que de muchos ejemplares quedaba solo un palito. Pensaron que era los de otro Club de Santa Trinidad a los que se les había frustrado su intento de formación, pero poco después descubrieron que eran unas liebres que mordían las ramas blandas de los retoños, alimentándose.
Han transcurrido 60 años. El Club San Martín reúne hoy muchos años de historia y tiene por delante el desafío de seguir gestando actividad deportiva y social para las generaciones de hoy.
Pero toda esta obra se asienta en mucha gente como Rubén Hall, que hicieron lo suyo, dedicaron horas, esfuerzo y dedicación para hacer posible este presente.