Es un hombre que tiene amplia experiencia en la preparación de niños y jóvenes en el deporte y sobre todo fútbol, que ha sido la actividad deportiva que ha practicado primero y en la que luego se convirtió en preparador.
Pero sobre todas las cosas, a través de muchos años, y de mucho trabajo consciente, ha aprendido que el deporte, cualquiera sea, es un medio para ayudar a crecer, para lograr una opción de vida sana, para establecer vínculos, fortalecer la personalidad, dar seguridad, cubrir falencias, completar necesidades.
Todo el mundo lo conoce como “Charro”; hoy trabaja a través de la Dirección de Deportes sobre todo en los barrios.
Saca las cuentas y dice que “desde el año ´77 estoy trabajando con los chicos. A veces los grandes intentamos llevar a los chicos al terreno nuestro y eso al chico se le complica. Le metemos cosas en la cabeza y a veces no están preparados para aceptarlas. Por ejemplo, cuando vamos en un viaje y los adultos queremos que los chicos estén callados, quietitos; eso es imposible, porque quieren cantar, compartir la alegría y la ansiedad que sienten con todo el grupo. No hay problema en que se diviertan, eso les hace bien y los ayuda a vincularse sanamente con el otro”.
Y agrega, por si quedaron dudas: “yo quiero que el chico sea inquieto, porque eso da cuenta que es un chico sano. Si un niño está muy silencioso y muy quieto hay que empezar a ver qué es lo que le pasa, porque eso no es natural”.
El “Charro” afirma que “cuando uno trabaja con chicos debemos necesariamente remontarnos a cuando nosotros fuimos chicos, ir hacia atrás y acordarnos de lo que hacíamos nosotros, para poder entenderlos mejor”.
Cuenta que le ha tocado ir a la madrugada hacia algunos lugares donde había grupos de adolescentes reunidos, tomando alcohol o fumando. Lo hizo para sentarse a conversar con ellos, para preguntarles por qué lo estaban haciendo, para desafiarlos a que le expliquen el beneficio de esa conducta. Y en la no respuesta, está la vuelta de respuesta de este hombre que acumula experiencias y que les indica que eso no les hace bien, les propone otras actividades, otras cosas, los invita a encontrarse en un potrero, no para tomar alcohol, sino para jugar a la pelota.
Y desafía a las nuevas generaciones de docentes a construir un vínculo de respeto y cariño verdadero con los chicos, y eso se hace, indica, “yendo hacia su lugar, hacia su barrio, su casa, conversando con ellos y escuchándolos verdaderamente. Tenemos que dejarnos de hablar de lo que queremos hacer y hacerlo realmente, por las de ahora y por las próximas generaciones de jóvenes de esta sociedad”.