Es un querido vecino de Pueblo San José. Es el fotógrafo de los Pueblos Alemanes. Fue un apasionado jugador de fútbol, incluso hasta hace pocos años, si se toma en cuenta que fue quien motivó para que se jugaran los encuentros de veteranos e integró un equipo que trascendió las fronteras, fue a Chile y desde allí se trajeron una copa.
Empezó a jugar desde pequeño, por supuesto que en Independiente de Pueblo San José. Estaba más en la cancha y en el potrero que en la escuela y en la casa. Recuerda hoy, con los ojos aguados de emoción, cómo su mamá lo retaba porque ¡otra vez se iba a jugar a la pelota!
También cuando traía las únicas zapatillas, de lona, no botines, llenas de barro y a veces también rotas.
Así se dormía: con las zapatillas a un lado y la camiseta con los colores de Independientes puesta, como listo para ir a jugar bien temprano al día siguiente.
Con él y su grupo de amigos, cuando tenía alrededor de 16 años, se creó la 4ta división de fútbol del club.
Jugó hasta alrededor de los 38 años, vistiendo la camiseta de Independiente, y en tantos años de historia tiene muchas anécdotas.
Una de ellas da cuenta que en un partido, enojado por una situación que se había presentado, no dudó en tomar a las piñas a un jugador contrincante. Cuando estaba disponiéndose a partir de la cancha se le acerca un Policía y le dice que por orden del Comisario lo tenía que llevar. Ese día terminaron por el incidente 4 jugadores presos.
El problema es que Armando tenía esa noche que sacar fotos en un casamiento. Así que pateó las puertas del calabozo pidiendo hablar con el Comisario. Lo conocían porque también era fotógrafo de la Policía.
Le propuso al Comisario que lo dejara ir a hacer su trabajo y que en todo caso volvía el lunes para estar preso toda la semana. Finalmente lo dejaron salir, apenas a tiempo para cambiarse la ropa, lavarse la cara e ir a la ceremonia.
En el medio de la fiesta, cuando ya habían pasado las sesiones de fotos más importantes, Armando se acerca al novio, se levanta el pantalón y le muestra sus rodillas sucias de pasto y barro, contándole el incidente que casi deja al casamiento sin fotógrafo.
Armando integró además la Comisión Pro Obra que construyó el Gigante. Literalmente esa es la palabra que debe usarse, porque se formó una Comisión de gente, que cada vez fue sumando más personas, que pusieron manos a la obra y levantaron el gigante ladrillo sobre ladrillo.
Cuenta que en una ocasión los visitó el Escribano Domingo Moccero, que cada dos por tres les daba algún cordero para hacer un asadito para cortar jornadas de largo trabajo de construcción, y les dijo: “¿en este momento ustedes se ponen a hace esto?… ¡no lo van a terminar!”.
Hoy Armando dice: “cuando entro al Gigante y veo todo lo que hicimos pienso, ¡cómo me gustaría que el Escribano Moccero vea todo lo que hicimos!”.