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Gabriela Arias Uriburu estuvo en Coronel Suárez.
Habló de su historia de vida, de lo que aprendió en su lucha.
Bregó porque siempre primen los derechos de los hijos.
Fue presentada por la Biblioteca Sarmiento.
El Instituto Cultural de la Municipalidad se sumo a la propuesta auspiciando la exposición publica que fue seguida por numeroso publico.
“Al amor no le importa nada de lo que pienses y de todos tus laberintos y tus espejismos. Es un principio tan grande, fundador de la vida de todos nosotros, que va más allá de estos pensamientos o de las acciones lineales o personales de nosotros mismos”.

“Somos viajeros que nacemos a esta existencia con la posibilidad de vivir millones de experiencias. Pero principalmente, la experiencia primera que la vida nos impone desde el momento de la gestación es esta cuestión vincular con la vida, con la sangre, con la pulsión, con las posibilidades, potencialidades, que se dan a luz en el momento que nacemos. Y ahí todo por descubrir. Seguramente el gran secreto y el gran misterio la posibilidad de descubrir esa pulsión tan maravillosa que es amar”.
Así comenzó Gabriela Arias Uriburu en la noche del viernes, en el Mercado de las Artes, totalmente colmado de publico, sobre todo de mujeres, aunque había también algunos hombres que asistían a la disertación de esta mujer notable y valiente..
En el año 1997, su vida tuvo un quiebre, una ruptura, una “muerte”, como lo calificó en su disertación. Un matrimonio que ya no tenía curso con un hombre jordano, tres hijos en común de muy pocos años -el más pequeño de sólo 1 año y 8 meses- el inicio de un divorcio, y de repente, un día trágico, el 10 de diciembre, cuando el secuestro de sus hijos por parte del padre, y el viaje secreto que realizaron a Jordania, desde Guatemala, donde la familia vivía.
A partir de allí se inició una búsqueda que demoró tres meses para saber dónde estaban los niños, y luego el camino –que fue duro, trabajoso- hasta poder verlos.
En el medio el renunciamiento legal a sus hijos, para que aflorara lo que Gabriela había descubierto como fundamental: el derecho de los hijos a tener relación con los dos padres.
En todo ese proceso, esta valiente mujer aprendió mucho de sí: se construyó a sí misma; reconoció a sus hijos como individualidades con derecho propio; descubrió que la paz no se construye, sino que es esencia que está en el alma de las personas y a la que hay que hacer aflorar; supo que un instinto innato que no se equivoca, es el de supervivencia (ese instinto le permitió tomar decisiones acertadas en muchísimas ocasiones en todo este proceso); descubrió que por ser madre no debía renunciar a ser mujer, ante bien le enseñaron que el ser maternal fenece si no se nutre y sostiene en la mujer. Descubrió que para ella, el que fuera su marido, y los tres hijos de la pareja, el hogar, era bien amplio. Estaba formado por dos puntos, los que distan entre Argentina y Jordania.
Y en todo ese trayecto albergaba –en un mundo multicultural, entre Oriente y Occidente- a la familia que había nacido con la llegada de cada uno de los hijos.
Gabriela Arias Uriburu, convencida, enseñó al mundo –y lo sigue haciendo a quien la quiere oír- que el derecho no es el de los padres.
Porque más grande, más importante, inconmensurable, es el derecho de los hijos a estar en contacto con padre y madre, para poder crecer completo y desarrollarse en todas sus potencialidades.
En la disertación del viernes, donde primero habló y luego se dispuso a las preguntas de los presentes, continuó diciendo que “amar es uno de los actos más escalofriantes, temerosos y temerarios, porque amar –que está dicho en infinitivo- se concreto en el gerundio que es el amando. Nada es en la vida si es vivir, compartir. El verbo si no se hace gerundio queda en la nada. La vida lo que nos pide, en relación a nuestros padres, a nuestros hijos es amando”.
“Es el “ando”: caminando, viajando… Decíamos que el amor es el acto más escalofriante porque nos pide el desnudarnos en todas nuestras pieles. Implica quitarnos las vestiduras, las ropas, las interpretaciones, los adjetivos, e ir al acto más puro que es al encuentro con otro tal cual soy. Con mis oscuridades, mis miedos, mis debilidades, mis actitudes, con todo lo que soy. Este es el secreto que trae para mí la historia con mis hijos. Ellos me descubren en esta tragedia inmensa lo que son los vínculos. Además de haberme descubierto muchos mundos, pero principalmente el que incurre en nosotros y el que la vida me muestra en las desapariciones de ellos tres, es que nunca nos vamos de nada ni de nadie” señalaba Gabriela ante un atento auditorio que a medida que desarrollaba su disertación y apreciar un video previo, se emocionaba hasta las lagrimas en algunos casos.
Luego avanzaba y señalaba que “Por eso digo que el acto de amar, el amando, es terrorífico, porque ahí es cuando uno se da cuenta que seguimos relacionados, seguimos vinculados, más allá de las distancias, de las historias, de la mente, de lo pequeño, de un pensamiento negativo o positivo al mismo tiempo, de sentirnos devastados o de sentirnos míseros. Al amor no le importa nada de lo que pienses y de todos tus laberintos y tus espejismos. Es un principio tan grande, fundador de la vida de todos nosotros, que va más allá de estos pensamientos o de las acciones lineales o personales de nosotros mismos”.

 
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