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Sentido Vía Crucis en nuestra ciudad.
Una compungida multitud recorrió las calles partiendo desde la Parroquia Nuestra Señora del Carmen.
Un silencio conmovedor dominó la escenificación de la Pasión y Muerte de nuestro Señor frente al Cristo del camino.
Organizó el Grupo Scout junto a colaboradores de otros movimientos parroquiales.
Presidió el Párroco Diego Kessler, junto a Sacerdotes y Diáconos.

El Vía Crucis que se inició en el atardecer del Viernes Santo frente a la Parroquia Nuestra Señora del Carmen por calle Belgrano para avanzar luego con destino al Cristo del camino en la intersección de las Avenidas San Martín y Alemanes del Volga, congregó a una verdadera multitud como todos los años y con la particular atención cuando se registra el momento crucial.
Jesús el Domingo de Ramos, inmediatamente después de su ingreso en Jerusalén dijo, respondiendo a la solicitud de algunos griegos que deseaban verle, “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, dará mucho fruto”.
De este modo, el Señor interpreta todo su itinerario terrenal como el proceso del grano de trigo, que solamente mediante la muerte llega a producir fruto. Interpreta su vida terrenal, su muerte y resurrección, en la perspectiva de la Santísima Eucaristía, en la cual se sintetiza todo su misterio. Puesto que ha consumado su muerte como ofrecimiento de sí, como acto de amor, su cuerpo ha sido transformado en la nueva vida de la resurrección.
Por eso él, el Verbo hecho carne, es ahora el alimento de la auténtica vida, de la vida eterna.
El Verbo eterno –la fuerza creadora de la vida– ha bajado del cielo, convirtiéndose así en el verdadero maná, en el pan que se ofrece al hombre en la fe y en el sacramento.
De este modo, el Vía crucis es un camino que se adentra en el misterio eucarístico: la devoción popular y la piedad sacramental de la Iglesia se enlazan y compenetran mutuamente. La oración del Vía crucis puede entenderse como un camino que conduce a la comunión profunda, espiritual, con Jesús, sin la cual la comunión sacramental quedaría vacía.
A esta visión del Camino de la Cruz se contrapone una concepción meramente sentimental, de cuyos riesgos el Señor, en la VIII estación, advierte a las mujeres de Jerusalén que lloran por él. No basta el simple sentimiento; el Vía crucis debería ser una escuela de fe, de esa fe que por su propia naturaleza actúa por la caridad. Lo cual no quiere decir que se deba excluir el sentimiento.
Para los Padres de la Iglesia, una carencia básica de los paganos era precisamente su insensibilidad; por eso les recuerdan la visión de Ezequiel, el cual anuncia al pueblo de Israel la promesa de Dios, que quitaría de su carne el corazón de piedra y les daría un corazón de carne.
El Vía crucis nos muestra un Dios que padece él mismo los sufrimientos de los hombres, y cuyo amor no permanece impasible y alejado, sino que viene a estar con nosotros, hasta su muerte en la cruz.
El Dios que comparte nuestras amarguras, el Dios que se ha hecho hombre para llevar nuestra cruz, quiere transformar nuestro corazón de piedra y llamarnos a compartir también el sufrimiento de los demás; quiere darnos un corazón de carne que no sea insensible ante la desgracia ajena, sino que sienta compasión y nos lleve al amor que cura y socorre. Esto nos hace pensar de nuevo en la imagen de Jesús acerca del grano, que él mismo trasforma en la fórmula básica de la existencia cristiana: El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará.
Así se explica también el significado de la frase que, en los Evangelios sinópticos, precede a estas palabras centrales de su mensaje: El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Con todas estas expresiones, Jesús mismo ofrece la interpretación del Vía crucis, nos enseña cómo hemos de rezarlo y seguirlo: es el camino del perderse a sí mismo, es decir, el camino del amor verdadero.
Él ha ido por delante en este camino, el que nos quiere enseñar la oración del Vía crucis. Volvemos así al grano de trigo, a la santísima Eucaristía, en la cual se hace continuamente presente entre nosotros el fruto de la muerte y resurrección de Jesús. En ella Jesús camina con nosotros, en cada momento de nuestra vida de hoy, como aquella vez con los discípulos de Emaús.
Todo el relato resumido en cada estación, llegó a su punto máximo con todos los personajes de esta escena bíblica, efectos especiales, gran dramatismo y realismo que todos pusieron de manifiesto en la escenificación que se realizó en el predio donde se montó una escenografía especial, la expresividad de los relatores, las actuaciones de cada uno encarnando los personajes más un silencio conmovedor que dominó todo el cuadro escénico que fue seguido por una impresionante multitud que marchó en el Camino de la Cruz y se incrementó en el lugar de la concentración que obtuvo pasajes de fuerte contenido.
En silencio, el final y el regreso a sus hogares reflexionando sobre este sentido Viernes Santo.
Para hoy sábado se aguarda en silencio la Solemne Vigilia Pascual con el encendido del Cirio Pascual frente al templo Mayor de la ciudad para compartir mañana domingo la Pascua de Resurrección.

 
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