Es un destacado jinete de nuestras pampas. Hombre de tradicionales criollas bien arraigadas, que toda la vida hizo labores rurales, y en el medio de ellas, también en los ratos libres, despuntó la actividad que más le gustaba: domar potros briosos.
Con los años fue acumulando una fama que trascendió las fronteras del distrito, y de la región y que tuvo alcance provincial y nacional.
Allí donde había un caballo que acrecentaba prestigio de indomable, allí se encontraba con don Ismael Campusano para bajarle los humos y los ánimos, haciéndolo manso.
Dicen que era un gusto verlo venir a don Ismael montado a un caballo de estirpe, adornado con su particular emprendado de plata. Caballo y hombre eran pura elegancia; un poema a las tradiciones camperas.
Ayer domingo, don Ismael Campusano cumplió 100 años. Justo ayer.
Y como siempre, su amigo Miguel Fernández, y su esposa Liliana prepararon el festejo. Para ello contaron con las instalaciones de la quinta de Coutchinave, cedidas por la Escuela Agropecuaria que dirige Roberto Palacio.
Hubo muy buenos asados –de vaca, cordero, chivito- y por supuesto, durante toda la tarde, hasta que el sol cayó en el horizonte, música folklórica, tango, cuentos relatados por los presentes, y hasta un acordeón y teclado, con buenas rancheras, valses y polcas para bailar.
Fue un festejo en homenaje a un hombre que hizo honor a las tradiciones del campo argentino.