Dice que llegó a San José luego de un baile. En realidad está resumiendo el momento en el que conoció a la que luego sería su esposa, en un baile de los de antes.
A partir de una cabeceada para sacarla a bailar, que María Marcela Duckart aceptó, gustosa, no se separaron nunca más.
Estuvo alrededor de dos meses convenciéndola y conociéndose hasta que lo aceptó como novio, saliendo a los bailes del lugar y a las funciones de ronda del cine de Coronel Suárez.
“La vi, la cabeceé y salimos a bailar y de ahí no nos despegamos más” recuerda, ante la consulta.
Menos de dos años después estaban casados, regresando de su luna de miel para irse a vivir a San José, para nunca más dejar este lugar.
Así es como este “gringo” se insertó en la comunidad de la segunda Colonia Alemana, donde ahora tiene buenos vecinos y muchos amigos, y donde se ha hecho querer mucho a lo largo de todos estos años. El 15 de febrero del 2014 cumplirán 45 años de estar juntos.
Tuvieron tres hijas: María Pía, Valentina y Agustina. En realidad se iban a llamar Pío (como su suegro), Valentín y Agustín, siempre con el deseo de tener un hijo varón, compensación que alcanzó con sus nietos, ya que tiene 3 nietos varones y una bella nieta mujer que son la delicia de sus días actuales.
Cumple con pasión el rol de abuelo y está muy feliz con lo que pudieron lograr sus hijas, ya que con el trabajo de su esposa, docente, y el suyo pudieron darle estudios universitarios a las tres y hoy una de ellas es encargada de UDH de la materia Nutrición de la Facultad de Medicina de UBA y a cargo de la Sección Diabetes Infantil del CMP Churruca Visca, la otra es Odontóloga y la más pequeña se recibió de Abogada y ejerce en La Plata esta profesión.
“Nosotros los fuimos preparando de chicos, porque desde que nos casamos dijimos que a nuestros hijos los íbamos a hacer estudiar. Cada una, al terminar al secundario, sabía qué querían hacer. Hicimos un sacrificio bárbaro, porque trabajábamos y tener tres en La Plata era un gran esfuerzo”, relata.
Como si fuera poco este año tuvo una alegría adicional: el campeonato de San Lorenzo en la primera del fútbol argentino.
Sospecha que para obtener este título debe haber interferido alguna oración del Papa Francisco, porque “no jugamos a nada”.
No obstante no dudó el lunes, luego de obtenido el título, atarse al cuello una bandera de San Lorenzo y salir a visitar algunos hinchas, como una forma de festejo.
Miguel Ángel “Gringo” Santucci, un italiano que se siente parte de la familia alemana.